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El día de Navidad fue decisivo en nuestra historia, o al menos en la manera que yo me sentía respecto a todo. Por la mañana lo pasé junto a la banda, puesto que no queríamos dejar la fecha sin vernos.

Hablamos un poco de los planes de cada uno, que por supuesto se resumían a cenar con nuestras respectivas familias, como era la tradición. No pude evitar darme cuenta de que Jackson estuvo muy callado, lo cual era poco usual en él, pues siempre lograba ser el orquestador de la conversación. Contrario a los planes que teníamos Bryan, Sam y yo, él pensaba pasar la noche solo, tal vez yendo a algún club o quedándose en casa a dormir.

Su familia no estaba en Nevada, sino en California, de donde era él. En realidad, no era una distancia imposible de recorrer en apenas un par de horas, lo sabía porque, por ejemplo, Adam vendría desde Texas a pasar las fiestas, entonces supe que se trataba de algo más. Los otros ya se habían marchado, pero yo decidí quedarme un rato más a su lado para poder preguntarle acerca de ello.

―No me llevo muy bien con ellos ―mencionó, refiriéndose a sus padres―. No soy precisamente bienvenido en su casa, así que sería ir solo para que me cierren la puerta en la cara.

Jackson era un maestro para hablar de todo y de todos, siempre contaba con un tema de conversación y podía sacar adelante una charla sin mayores complicaciones. Quería en todo momento saberlo todo, lo cual de vez en cuando resultaba chocante para mí considerando lo poco que hablaba de sí mismo. Lo que conocía de su vida se resumía a unos pocos detalles que tampoco me contaban demasiado, era un enigma que me moría por descifrar.

―Cómo no vas a ser bien recibido en tu casa ―dije incrédulo―. Tus padres no te harían eso.

Se volteó a verme y me sonrió con amargura.

―No me hablan desde que me mudé aquí ―soltó de pronto―. Me dejaron muy claro que si me atrevía a venir, pues que mejor fingiera que estaban muertos.

Él llevaba viviendo en la ciudad cinco años. Yo ni siquiera era capaz imaginarme dejando de hablar con mis padres durante un mes. Se me apretujó un poco el corazón, pues de pronto ya no parecía tan mayor, sino que lo sentí más cercano a mí: solo un chico siguiendo un sueño que se sentía salvaje para la mayoría de las personas. Mis padres, pese a no estar muy seguros de mi decisión al principio, al ver lo en serio que me estaba tomando Waterhunt decidieron brindarme su apoyo incondicional; los suyos le tiraron a un lado.

―¿Y qué hay de Paige? ¿Por qué no vas a cenar con ella y su familia? ―En este entonces la idea de él y Paige compartiendo en un ambiente tan... hogareño, ya me producía un malestar en el estómago, sin embargo, prefería mil veces eso a imaginármelo solo, a oscuras, en la noche de Navidad.

―Oh, sus padres me detestan. ―Se rio descartando por completo la idea―. No les hace nada de gracia que estemos juntos, piensan que soy una mala influencia o algo así.

―Pues un poco tal vez sí que lo eres. ―Le empujé con el hombro para que supiera que era un juego, él se rio e hizo lo mismo―. ¿Por qué no vienes a cenar a mi casa?

Se me quedó mirando como si esperara que le dijera que era una broma, cuando vio que no era así frunció el ceño y comenzó a negarse alegando que era un momento familiar y no deseaba irrumpir en él, que desentonaría por completo.

―Nada de eso, igual va a venir a cenar la familia de George y Adam ―comenté para asegurarme de que estuviera al tanto de que tampoco era algo ceremonioso en mi familia, no obstante, si quería terminar de convencerlo tenía que ir incluso más lejos―. De hecho, me harías un gran favor si vas, pues también vienen a cenar los Yu, no quiero que se haga demasiado incómodo.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora