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California me dio mucho más de lo que yo habría sabido cómo pedirle alguna vez, inclusive cuando se empeñó en hacerlo de maneras tan misteriosas que aún no termino de comprender. A inicios de febrero estábamos en Los Ángeles, Nine Circles nos reservó dos habitaciones dobles en un hotel de lujo justo en el centro de la ciudad, hecho que, como no podía ser de otro modo, nos acrecentó el ego a los cuatro.

―Si no les interesáramos no se molestarían en hacer todo esto, yo te lo digo. ―Nunca antes vi a Bryan tan agitado de una buena manera, y era imposible que no estuviésemos de acuerdo con él. Lo supimos entonces y lo aseguro ahora, si la seguridad no hubiese sido real, nos habrían dicho que nos sacáramos de la manga un modo de ir hasta allá, pero no, todos los gastos corrieron por su cuenta.

"La gran naranja" era todo un sueño. La primera vez que estuvimos ahí fui incapaz de hallarle defecto alguno. Llegamos por la tarde, cuando las calles ya estaban teñidas de ese color que le daba el apodo a la ciudad, y el taxi nos dejó frente a un edificio que no tenía pinta hotel, sino de palacio. Tardamos poco en hacer el check-in, incluso puedo decir que nos demoramos más en decidir cómo quedaban las habitaciones.

―A ver, lo único que sé es que debemos mantenerlos separados. ―Sam se refirió a Jackson y a Bryan, quienes no parecieron entender el porqué. Yo sí que lo hice―. Si los dejamos en la misma habitación, no dudo que por la noche se van a ir a beber y los necesitamos sobrios mañana. Necesitamos darles una buena imagen.

Los dos compañeros de casa eran, a su vez, los dos desastrosos de la banda. A Sam, igual que al resto, le gustaba la fiesta, pero era más aterrizado; yo por mi parte juré voto de sobriedad desde el incidente en el bar. Pensar en alcohol me daba ganas de llorar, requería un par de meses para terminar de sacudirme el trauma. Ahora pensar en ello solo me causa gracia.

―Bien, puede que tengas un poco de razón ―admitió nuestro vocalista sin mayores complicaciones.

―Muy bien, tú y Alessio se quedan en una, Bryan y yo en otra. ―Nos organizó rápidamente, logrando una queja por parte de Bryan.

―¿Por qué así?

―Porque Alessio no sabe decir que no, y le va a dar miedo detenerte si te quieres salir del cuarto en la noche. Y Jackson no va a querer salirse si lo amenazo con regañar a Alessio, ¿verdad? ―Jackson le dio la razón―. Entonces así se queda.

Me resultó curiosísima su forma de razonar, aunque me tomó poco analizarlo y darme cuenta de que tenía mucha razón. Pese a que Bryan era un año menor que Jackson, era el más corpulento y grande de todos, además de tosco. Si él hubiese querido salir, sí o sí, no habría sido yo quien se plantase en frente de la puerta con la actitud de «tendrás que pasar encima de mí, primero».

―Por mí está bien ―concluyó Jackson―. De todos modos, Amelia me lo encargó a mí, así que... vámonos.

Sam apenas consiguió a darme la llave de nuestra habitación antes de que Jackson me tomase por la muñeca para arrastrarme a los ascensores. Podría haberme quejado, no obstante, no había nada por lo que hacerlo.

La idea fue siempre quedarnos a descansar, ordenar servicio a la habitación y no hacer mucho desastre. El plan cambió cuando decidí tomar una ducha y cuando salí del baño me encontré con que mi compañero ya no parecía tan dispuesto a quedarse ahí.

―¿Qué estás haciendo? ―pregunté mientras me secaba el cabello con una toalla, él estaba sentado al borde de su cama poniéndose las botas. Serían las nueve de la noche, o las diez.

―¿Por qué no vamos a cenar abajo? Me estoy aburriendo.

―Pero Sam dijo que... ―No tardó en interrumpirme.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora