17

3K 624 206
                                    

De Oregon fuimos a Washington, y de Washington a Arizona. Conocimos muchas ciudades, cientos de personas y una infinidad de públicos distintos. Después de lo sucedido en Portland, los encuentros con las groupies solo se repitieron. No mentiré diciendo que no probé la experiencia alguna vez, tuve que hacerlo porque Sam y Bryan empezaron a hacer preguntas respecto a mi poco interés por ellas.

Escribimos nuestra primera canción del segundo disco estando de camino a Denver, pues trabajar fue la única solución que encontramos para el matar el aburrimiento en medio de un viaje tan largo. Lo hicimos Jackson y yo, pues Bryan estuvo dormido todo el camino y Sam, argumentando que era muy malo con las rimas, optó por seguir su ejemplo.

«Higher» hablaba de la nueva vida que nos forjamos, esa en la que no existía cosa segura para nosotros además de la fiesta, la música y el camino. Yo le acompañé un rato con la guitarra, poco tuve que añadir a los versos escritos por él, pues era quien contaba con más experiencia en el tema.

Luego de un par de horas le dije que necesitaba un descanso y sin esperar respuesta alguna fui a acostarme al pequeño sofá del autobús. Trató de persuadirme para que me quedase en la mesada con él para terminar, yo me negué rotundamente. En aquella ocasión no me sentía bien en lo absoluto, de hecho, estaba malhumorado a niveles inhumanos y con una jaqueca destructora. Los estragos de una muy mala resaca.

No me retó por la manera en que le hable, que no fue para nada buena, así que cerré los ojos e intenté que el rugido del motor me arrullase. Justo antes de quedarme dormido, lo escuché dejar su lápiz, levantarse y después sentarse a mi lado. Fingí estar en los brazos de un sueño profundo con la esperanza de que regresase a su sitio.

―¿Cómo te encuentras? ―Solo conmigo, al menos que yo supiese, utilizaba aquel tono de voz suave y melodioso; era muy considerado con mis dolores de cabeza. No respondí―. Vamos, no puedes dormirte tan rápido, es imposible.

―Estoy bien ―susurré en respuesta, no me molesté ni en abrir los ojos―. Solo necesito descansar, me siento raro.

―Anoche te vi mal. No quise decir nada, pero no olías a alcohol.

Me quedé callado.

En ese tiempo, cerca de la mitad de nuestro primer tour, adopté la mala costumbre de disfrazar mi tristeza con rabia; lo cual ya es estúpido en sí mismo, y yo lo elevé a niveles estratosféricos conduciendo todo ese enojo de vuelta a mí. Hallaba en atentar contra mí mismo la solución perfecta para no pensar en nimiedades, como la noche anterior, en la que él se fue con una chica ―como era usual― y por imbécil decidí aceptar una pastilla de otro sujeto que conocimos en un bar. Sé que lo hice esperando ver su reacción si yo me comportaba como él, pues tampoco me era indiferente lo mucho que iba al baño antes de un show, regresando siempre bien energizado y con las pupilas del tamaño de la luna.

Me debatí durante un rato si confesárselo o no, decidí que al menos lo que lo inquietaba podía decírselo.

―Me tomé una tableta, no sé qué era.

Escuché un suspiro y después se recostó junto a mí en ese diminuto espacio. Tuvo que enredar sus piernas con las mías para no caerse. Me divierte muchísimo ―porque es menos patético reír que llorar― pensar en las simples acciones que me arrebataban la molestia y daban paso a que mi pulso se agitase violento, aguzando todos mis sentidos.

―Pueden venir ―advertí.

―No pasa nada, están dormidos.

Nos mantuvimos en aquella posición sin decir nada, sin embargo, tampoco era necesario. Cada vez que respiraba notaba su aliento en mis mejillas, y no podía no notar el modo en que sus dedos se paseaban por mi cabello como si fuese cualquier cosa, como si cada caricia no me atase más a él. No lo comprendía. Me resultaba dificilísimo tratar de darle sentido a que fuese cariñoso y atento conmigo cuando al final siempre terminaba buscando a otras personas. Era sencillo pensar que se estaba posando y nada más, pero lo notaba disfrutar demasiado de aquella vida como para que fuese así.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora