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El agua es capaz de arrasar con todo, tarde o temprano siempre doblega la tierra, la piedra e incluso la vida que no habita en ella, si es que se lo propone. Jackson era el sexto océano del planeta tierra, el primero en mi vida, y ni siquiera necesitó de fuertes corrientes marinas o destructivos tsunamis; a base de agradables olas templadas y mareas muertas, destruyó los cimientos podridos del muelle que me mantenía en tierra firme, lo que significa que, como supe que sucedería desde el primer momento, accedí a mudarnos juntos. A «comenzar de cero» en un sitio lejos de todo lo que yo conocía como hogar.

Pese a todo, aseguro con una mano en el corazón que no accedí solo por la fiereza de tus corrientes marinas, nada más lejos de la realidad. Como siempre, tú solo me diste el empujón necesario para hacer algo que de otro modo jamás me hubiese atrevido. No siempre resultaban cosas buenas de aquello, pero no es una regla que los deseos deban estar dirigidos a direcciones adecuadas y, pese a todo, mi deseo era estar a tu lado. Podemos llamarlo estupidez, ceguera, inocencia o enamoramiento, que al final es todo lo mismo. Solo pensar en compartir algo tan íntimo me emocionaba más de lo debido o descriptible; tanto que apenas era capaz de disimularlo frente a otras personas. Claro, entonces yo no era consciente de lo complicado que podría llegar a ser; se me pasó de largo que todo en la práctica era más complejo que en mis fantasías.

Ni siquiera pienso que sea necesario aclararlo, pero por si quedan dudas: no, no terminó con Paige; y eso me representaba un conflicto, comenzando por su imperiosa aseveración respecto a verse incapaz de dejarla a menos que ella lo abandonase primero. Si hay alguien ahí fuera que no comprenda mi actuar, debo pedirle que no se preocupe, yo mismo aún no lo entiendo del todo; mi mejor excusa siempre ha sido el amor. Estaba tan enamorado y dispuesto a darlo todo, que lo dejé pasar. No solo eso, sino que decidí por cuenta propia tomarme su relación como si tuviese una fecha de expiración ya marcada. Como yo lo pensé, fue que después de todo nos iríamos a otra ciudad, viviríamos juntos y no tendría que preocuparme por ella. Esperaba que Paige no tuviese la paciencia necesaria para aguantar una situación tan insostenible durante mucho tiempo, o, en otras palabras, que fuese menos masoquista que yo.

Apartando el detalle de que nuestro barco tenía una sola vela y dos corrientes de viento que soplaban en direcciones opuestas, lo demás fluyó de una manera particular.

Despedirme de mis padres fue complicado, me consolé en la idea de que al final era solo un ciclo vital que todos debíamos atravesar en algún momento. De aquella manera, prometiendo que estaría bien y ellos confiando en que iba con alguien que les parecía un buen chico, a mediados de marzo nos mudamos a Los Ángeles. Raphael nos consiguió un buen sitio en el centro de la ciudad, era pequeño y barato.

Hubo cosas que resolvimos con una facilidad asombrosa, como decidir, casi sin discutirlo, que tomaríamos solo una de las dos habitaciones para dormir y relegaríamos a la otra la tarea de fungir como armario donde guardar todo lo que no tenía otro sitio, como mis guitarras, amplificadores, cables e incluso ropa. Otros asuntos fueron un problema desde el segundo número uno, como el que Jackson siempre iba por ahí dejando todo, como sus botellas, la ropa que se quitaba y los platos todavía con sobras de la cena. Encontraba ceniza de cigarro regada por todos sitios.

Yo disfrutaba de tener mi espacio ordenado, limpio, y él no me ayudaba mucho con eso. Fue algo que debí tener en cuenta, sin embargo, no lo hice por las prisas y por pensar que todo sería fantástico. Desde que le conocí, aquel había sido su estilo de vida; era prácticamente su hábitat. Discutimos un par de veces por ello.

―¡Es que en serio no es posible que no puedas mantener limpio un solo día! ¡Uno solo! ―gritaba yo, desesperado, compadeciendo más que nunca a mi pobre madre tratando de criar a mi yo de catorce o quince años―. Y si ayudaras al aseo no sería tan malo, ¡pero ni eso! ¡No voy a hacerlo todo yo, Jackson, y tampoco puedo estarte obligando, no soy tu padre! Hazte cargo de una vez.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora