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El show no tuvo ninguna clase de percance o suceso extraordinario, incluso me atrevo a decir que estuvo bien, lo que es, y con creces, mucho mejor que la forma en la que yo me sentía. Durante las más de dos horas y media que solían durar nuestros conciertos, los tímpanos me palpitaron de una forma tan dolorosa que apenas fui capaz de disimularlo; puedo asegurar que estaban hinchados y, al menos mientras estuve arriba del escenario, en todo momento deseé que reventasen para así no tener que soportar el escuchar palabras escritas con mi puño y letra, siendo cantadas por tu boca tan ponzoñosa en ocasiones.

Cuando terminamos yo ya me encontraba agobiado por las luces, los chillidos, la música e inclusive mi propia existencia, por lo que al bajar de la tarima y encontrarnos con el equipo detrás del escenario, sopesé la idea de que lo que mejor me haría en esos momentos sería ir al hotel y dormir, como mínimo, hasta las tres de la tarde del día siguiente. La idea rondaba tentadora por mi cabeza mientras me fumaba un porro cerca de los estuches de nuestros instrumentos, cuando noté un brazo rodeándome por los hombros y apretándome con camaradería.

―¡Es viernes! ―chilló Sam cerca de mi oreja, provocándome momentáneo, pero agudo, dolor. Noté al instante que su subidón era normal, tanto por la adrenalina del espectáculo como por el aroma de su aliento semi alcohólico golpeándome el costado del rostro. Yo no pude ver qué tenía de especial―. Pensamos que estaría bueno salir, hace semanas que no vamos a un bar. ¿Te vienes o qué?

Por primera vez desde que su presencia interrumpió mi tormenta interna, levanté la cabeza para ver hacia el frente. Parecía ser que Bryan y Jackson venían con él, no me llevó muchos segundos descifrar las expresiones en sus rostros; el primero se hallaba a la expectativa, noté con claridad que le urgía marcharse para poder divertirse; el segundo, en cambio, me observó con el mismo desdén que, al yo ver, le profesé de vuelta.

―No creo, no me siento tan bien, pensaba mejor irme a descansar.

―Te dije que no iba a querer, está de berrinche desde hace rato ―comentaste a Sam, sin siquiera molestarte en echarme una segunda mirada―. Ya mejor vámonos, que para que me joda la noche, pues me la jodo yo solo.

Recuerdo apretar los dientes con fuerza, tanto que la mandíbula me dolió por ello. Sobra decir que me sentí arder por dentro, no obstante, me negué a armar una escena frente a todo el mundo y así confirmar que, tal y como él decía, estaba «haciendo un berrinche» o comportándome como un niño. La fuerza de voluntad que tomó contenerme, probablemente solo Dios la conozca.

Echaste a andar y, luego de dedicarnos una obvia mirada de confusión, Bryan salió detrás de ti. Sam, por otro lado, se quedó a mi lado y me preguntó qué era lo que sucedía con nosotros, que por qué estábamos peleados de la nada. No sabía muy bien qué responderle, por lo que, en lugar de pronunciar cualquier cosa, saqué de mi pantalón la bolsita con coca. Durante nuestra discusión se olvidó de pedírmela de vuelta, y menos mal, pues con la furia que llevaba encima, la hubiese tirado mucho antes de pensar en serio en regresársela. «Inhálala del suelo si tanto la quieres», le habría dicho, pero eso no era más que parte de mis fantasías rencorosas.

Sam se me quedó mirando antes de obsequiarme una mueca lastimera. Con aquel tema establecido, le conté con brevedad y a grandes rasgos sobre nuestra discusión; me escuchó atento, aunque al cabo de poco solo se encogió de hombros.

―Pues a mí tampoco me parece, pero hombre, pues cada quién que haga lo que se le dé la gana. ―Soltó un largo suspiro, quise imitarlo, sin embargo, tenía la respiración atascada en el pecho―. Ya sabes cómo es él.

«Ya sabes cómo es él», resonó en mi cabeza como una pista en repetición.

―Entonces, ¿seguro que no vienes? ―Me negué―. De acuerdo, descansa entonces. Si quieres caer en un rato, pues igual te vienes, seguro te la pasas bien.

Al final te quedas | DISPONIBLE GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora