Caballito

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Sonrió divertida, subiéndose en la espalda de él, mientras Millian la tomaba por debajo de los muslos, antes de ponerse de pie y caminar con ella.

Después de casi dos semanas, finalmente los dejaban tener una cita en paz, sin oficiales que los estuvieran controlando. Y ambos querían ir a un solo lugar, su hogar.

Liliana cerró los ojos y se abrazó a la espalda de él, pasando sus brazos por encima de los hombros de Millian.

—Ito —pronunció la jovencita, acariciándole el pecho.

—Uno.

—Tomu.

—Dos.

—Tiko.

—Tres.

—Mmm —murmuró pensativa.

—Fezu.

—Oh sí, fezu —sonrió.

—Cuatro —sonrió él.

Era una forma que tenían ambos de aprender el idioma del otro, especialmente con los números u objetos. Era cuestión de señalarlos, y que cada uno le dijera al otro como se pronunciaba.

Liliana le dio un beso en la mejilla, y cerró los ojos, sonriendo. Se sentía bien al estar con él, Millian le demostraba cada día un poco más cuánto le importaba.

***

La joven morena se había sorprendido cuando él la llevó a su casa, ya que no era la misma cabaña de siempre, era otra un poco más grande, en el bosque también, pero a muy pocos metros había una hermosa pradera llena de flores.

Después de todo, ya estaban en plena primavera.

Y no creyó que Millian pudiera tener un gesto tan bonito con ella, él se había mostrado tan frío y ausente al comienzo.

La besó con ansias, aún estando dentro de ella, sin querer dejar de follarla, cuando alguien más tocó la puerta.

Liliana negó con la cabeza, y lo abrazó a ella, volviéndolo a besar. ¿Por qué siempre tenían que interrumpirlos? ¡No era justo! Estaba segura que ninguna otra pareja había pasado por lo mismo.

Al escuchar que golpeaban más fuerte, e intentaban abrirla, Millian salió de ella, gruñendo molesto. Tomó las sábanas y se la ató a la cintura, antes de ir a abrir la puerta.

—¿Qué pasa? —masculló.

—Escuchamos los gritos de una mujer, y algunos vecinos han dicho que venían de aquí —pronunció serio un oficial.

Millian lo miró con molestia.

—No hay problema, largo ahora.

—Eso lo determinaré yo cuando revise la cabaña, muévete por favor.

—No,

—Si no sales en éste momento de la puerta, haré que te saquen de aquí a la fuerza.

Al escuchar aquello, Liliana se apresuró a ponerse la camiseta de Millian, saliendo rápido de la cama e intentando inútilmente asomarse por la puerta, sin éxito, ya que el azabache la cubría por completo.

—Oficial ¿Cuál es el problema? —preguntó detrás de su alta pareja.

—Lili, ve a la cama —gruñó Millian.

—Déjame hablar a mí —le pidió intentando moverlo.

—No, tú te quedas adentro —gruñó más gutural.

El oficial frunció el ceño al ver el comportamiento de él, y les hizo una seña a sus compañeros, para que se acercaran.

—Sáquenlo de aquí, tiene encerrada a una humana —ordenó.

—¿Qué? ¡No! ¡No me tiene encerrada! ¡Nosotros sólo-!

Millian rugió cuando los tipos se acercaron a él, y una pelea innecesaria se produjo entre los tres, hasta que el primer oficial tuvo que intervenir también, para poder reprimir a Millian y colocarle unas esposas en las muñecas.

—¡No! ¡¿Qué hacen?! ¡Suéltenlo! —gritó desesperada Liliana, al ver qué lo metían dentro de una jaula, que estaba sobre una camioneta.

Y la jovencita no pudo llegar a él, ya que uno de los oficiales la tomó de una de sus muñecas, deteniéndola, provocando que Millian rugiera furioso, por haberla tocado.

—¡Llévenselo de aquí! —exigió el oficial.

—No, no, él no hizo nada —le dijo con lágrimas en los ojos—. Por favor, suéltenlo.

—Usted también debe acompañarnos, señorita.

—E-Está bien, pero él no hizo nada malo.

Su cita no había terminado para nada bien.

...

MillianOù les histoires vivent. Découvrez maintenant