Capítulo 2.

2K 247 1K
                                    

¡Hola mis bonitos lectores! Recuerdo que este capítulo me sacó mucha rabia porque lo escribí dos veces y no se guardó, irónicamente esta vez me gustó mucho más, quedó ligero y con mis ahora toques de humor estúpidos de siempre. ¿Cómo mis primeros lectores no me abandonaron con tanta falta de ortografía? No lo sé, pero merecen un premio. Muchas gracias por leer. 

¡Espero que les guste!

Sabía quién era esta mañana

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

Sabía quién era esta mañana.

Mis huesos tronaron cuando me estiré sobre el escritorio, mis piernas se encontraban adormecidas contra la silla, mis manos acalambradas, había una montaña de libros junto a un Word en blanco. Me cubrí el rostro, completamente frustrado. Morir para intentar. Vivir pero al menos tratar. No podía hacer ninguna, las había perdido ambas. Era un fracaso por culpa de una maldita tesis, mi destino se redujo a un caos descolorido. Tenía el teléfono atiborrado con mensajes, sin embargo, ganas de hablar eran las que me faltaban. Estaba atrapado en el infierno dentro de mi cabeza. Miré la cama de Ash, helada y vacía, él se esfumó apenas marcaron las doce campanillas, no había podido estudiar bien al estar preocupado, no obstante, éramos extraños. No me importaba en realidad. Mi celular volvió a resonar, mi mejilla se hallaba congelada encima de los manuscritos, moverse era difícil.

—¿Hola? —Un suspiro de alivio retumbó del otro lado de la línea.

—Estaba preocupado. —Las palabras de mi novio tuvieron un sabor salado—. Como no respondiste ninguno de mis mensajes... —Mis ánimos eran inexistentes. Era una mañana cálida e intensa. Se me había escapado entre las manos.

—Perdón, me quedé dormido rápido. —Pero las bolsas debajo de mis ojos delataban las tazas de insomnio—. No los alcance a ver. —De mentiras el amor se moría. Él no las merecía, no obstante, yo no las dejaba.

—No importa, lo entiendo. —Nadie lo hacía—. ¿Podemos salir esta tarde? —Aún me quedaban libros por leer, páginas por escribir e intentos por fracasar, tenía miles de cosas que hacer antes de poderlo ver. Porque tiempo...

—Estoy algo ocupado, me están presionando con la tesis. —Tiempo era lo que jamás tenía. Un alarido de desaliento fue lo que me devolvió, él me estaba pidiendo una cosa, una sola cosa a cambio de aquel desmesurado amor—. Pero si son pocas horas nos podríamos ver en la tarde. —¿Con qué cara se la negaría? No podía.

—¿En serio? —Él fue tan feliz con aquellas palabras—. No te sientas obligado pero te extraño. —Unas que me fueron robadas a la fuerza.

—Sí. —Yo era su pareja, mi trabajo era cuidarlo, él estaba inseguro—. Podemos ir a tomar un café, de esos que te gustan. —Él estaba solo, había abandonado la universidad. Él necesitaba estabilidad. Y yo...

—¡Es una cita entonces! —Tenía un anillo en el dedo—. Te compraré algo delicioso para comer. —Lo miré, era brillante y bonito, era simple y ligero, como nuestra relación.

La tentación del lince.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant