Capítulo 8.

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¡Hola mis bonitos lectores! Actualización a una hora medianamente humana solo puede significar que me faltan horas para terminar la crueldad estudiantil, pero gracias a las magias del drive me tienen acá. Muchas gracias a las personas que se tomaron el cariño para leer. Seguimos con Eiji.

¡Espero que les guste!

Me estaba perdiendo, si era real no quería saberlo

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Me estaba perdiendo, si era real no quería saberlo. No necesitaba recordar la clase de mirada que Ash Lynx me entregó antes de besarme, brillante e ilusionada, tan expectante. No quería delirar alrededor de la adicción que sus labios significaron, ni la indiferencia que me mostró cuando la magia se esfumó. No lo diría, sabía lo que él estaba pensando, no necesitaba de sus explicaciones. Dolerían. Una punzante opresión me desgarró el pecho, sin importar que tanto la apretase me fue imposible respirar. Me froté el entrecejo, la reminiscencia de la cafeína no fue tan memorable como el tabaco en su lengua. La mañana estaba helada y yo me hallaba sentado en algún lugar. Mi novio estaba hablando, sin embargo, me era absurdo descifrarlo, ya no lo escuchaba. Los pensamientos se me destiñeron bajo la desesperanza. Me mordí la boca para catar el arrepentimiento mientras sostenía ese pequeño vaso. Ni siquiera tuve tiempo para procesar aquella caricia, ni siquiera lo hablamos. Él no lo dijo porque dolería, por eso se esfumó.

Nos dejó ir antes de empezar.

¿Comenzar qué?

—Eiji... —Su palma contra mi frente captó mi atención, estaba fría—. Luces mareado, ¿te sientes bien? —Nos hallábamos varados en la cafetería de la universidad, el día era tranquilo y el viento un susurro despiadado. Mis zapatillas tiritaron encima de los adoquines, la cordura se me esfumó hacia el país de las maravillas.

—Debe ser por la tesis. —¡Ja! Pero que mal chiste, ahora que poseía material era incapaz de trabajar al estar preocupado por el lince de Nueva York. Las pupilas me ardieron, me caí a pedazos—. Lo siento por estar distraído. —Su sonrisa fue un poema de compresión, los anillos chirriaron cuando entrelazamos las manos. Sentí náuseas al tocarlo. Sentí repulsión hacia mí mismo. ¡Cielos Eiji! ¿A quién estabas engañando?

—Entiendo que estés cansado. —Este hombre era maravilloso, él me amaba—. ¿Te he estado quitando demasiado tiempo? —Él me estaba mirando repleto de devoción, él me estaba acariciando con una gentileza que no merecía. Nuestro hilo se hallaba conectado a un latido quebrajado, nuestra historia era una trama carente de final.

—Me gusta pasar tiempo contigo. —Él me obsequió su corazón en una sortija delicada. Cuánta suerte tenía. Este increíble hombre me amaba—. Sing... —Y yo le correspondía, sin embargo, si era tan afortunado.

—¿Sí? —¿Por qué estaba a punto de romper en llanto?

—Gracias por venir a verme. —Me cuestioné una infinidad de veces si debía contarle acerca del beso, no obstante, antes de poder tomar una decisión la otra mitad de mi alma ya se había esfumado—. Te necesitaba. —Casi parecía que él se había rendido, si aquello era verdad.

La tentación del lince.Where stories live. Discover now