Capítulo 5.

1.7K 200 814
                                    

¡Hola mis bonitos lectores! Estoy pensando seriamente en mudarme al hospital donde hago mi pasantia porque parece que en meses no he estado en mi casita, fuera de mi miseria estudiantil, este capítulo es el primero que narra Ash, so lo quería subir mucho. ¡Muchas gracias por leer!

¡Espero que les guste!

El amor es como fumar cigarrillos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El amor es como fumar cigarrillos.

La primera probada es sofocante y áspera, tan excitante, se impregna en los pulmones con un ligero toque de adicción, cosquillea entre los labios con sabor a emoción. La segunda calada tiene una chispa de euforia. Sus palabras se convierten en humo para perderse en el aire, los dedos empiezan a temblar ante las ansias de tocarlo, el corazón palpita con una angustiante ferocidad sabiendo que se necesita de más. Las cenizas se convierten en costumbre, la boca se llena de ansiedad. Sí, el amor es como fumar cigarrillos. Tarde te percatas de que se ha convertido en vicio, lamentos son profesados tras haberlo conocido, pero aun sabiendo lo peligroso que es, buscas más.

Lo buscas a él.

Dejé caer el cigarrillo que estaba sosteniendo para apagarlo con la suela de mi zapatilla. La mañana estaba fría dentro de aquella petulante oficina, la atención de Shorter divagó inquieta desde los diplomas de las paredes hasta el ostentoso escritorio de marfil. Seguir con las órdenes de Dino Golzine se había vuelto agotador. Me apoyé contra la pared de atrás, lejos del sillón, la respiración de mi mejor amigo estaba tan agitada que la podía sentir sobre mi oreja a pesar de la distancia.

—Se están demorando demasiado. —Su ansiedad me pareció hilarante, el humo me cosquilleó debajo de la nariz—. Algo debe andar mal.

—Deja de preocuparte o te quedarás calvo. —Saqué otro cigarrillo de mi chaqueta—. Si actúas con normalidad ellos no van a sospechar nada. —Encendí un extremo del papelillo antes de darle una profunda calada.

—No puedo evitar sentirme paranoico. —Presioné los párpados, dejando que el tabaco se deslizase desde mi garganta hacia mi voluntad—. Esto es arriesgado, Ash. —Aunque tenía miles de problemas que resolver, mi mente solo volvía a un lugar.

—Lo sé. —Eiji Okumura—. Es un riesgo que estoy dispuesto a correr. —¿Qué sería de él? Dos días pasaron pero no había tenido ninguna noticia de esos delirantes ojos cafés. Sonreí, dejando caer el cigarro para volverlo a apagar. Tiempo era el que me faltaba cuando estaba a su lado—. Me pregunto por qué.

—¡Ni siquiera me estás escuchando! —Él chasqueó la lengua, los lentes se le deslizaron ante tan horrenda mueca—. Apuesto a que estás pensando en el conejito japonés. —Antes de que pudiese refutar la puerta se abrió, el chirrido de las bisagras fue escalofriante.

Papa Dino lamenta la demora. —Uno de sus guardaespaldas ingresó a la oficina con una gigantesca caja de madera entre los brazos—. Pero tendrán que repartir más mercancía de la acordada. —Arrojaron el paquete contra el piso, abrí la tapa, cientos de bolsas con «banana fish» se hallaban en su interior. Mierda.

La tentación del lince.Where stories live. Discover now