Capítulo 12.

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¡Hola mis bonitos lectores! Me morí una semana en absolutamente todos los fics para participar en la dínamica de Chayanne, perdón, pero me dio tanta satisfacción finalmente haber terminado algo a tiempo y bien, no sé, ayer cuando subí el capítulo andaba muerta de miedo por la reacción y fue una recepción tan bonita que puedo vivir de nuevo. Fuera del lloriqueo, retomamos semanalmente a este fic, muchas gracias por leer.

¡Espero que les guste!

Eiji Okumura y yo éramos tres puntos suspensivos en esta historia

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Eiji Okumura y yo éramos tres puntos suspensivos en esta historia...

Él me hacía pensar que podía ser mejor, antes de que me cayese él ya me estaba sosteniendo con esos delgados brazos para incitarme a volar, prometiéndome que aunque el mundo entero estuviese en mi contra, él siempre estaría a mi lado. Siempre, ¿eh? Él me hacía fuerte y débil con una sonrisa, me hacía sentir extraño, tanto que no comprendía lo que mis propias emociones se hallaban gritando, tanto que no podía hacer otra cosa más que temblar frente a la profundidad de esos maravillosos ojos. Dios, sus ojos. Eran rasgados, oscuros e increíblemente grandes, en ellos vislumbraba la infinidad de mi cielo para sucumbir en la chispa del averno. Lo único que sabía era la clase de hombre en quién me anhelaba convertir y el destino que quería escribir a su lado. Pero no. Los amigos no pensaban de esa manera. Suspiré, frotándome el entrecejo con fuerza, dejé que mi nuca colgara contra el respaldo de la silla, frente al escritorio y su computador. Permití que mi corazón fuese robado por él y ahora era tarde.

—Adivina quién soy. —Su voz me acarició la oreja, húmeda y caliente, me erizó la piel, sonreí—. No es tan difícil. —¿Difícil? Claro que no lo era, aquel aroma a girasoles, noches en Cape Cod, abrazos incondicionales y lluvia de estrellas me resultaba inconfundible.

—¿Me darás un premio si adivino, onii-chan?

—Pruébame. —Me apreté el pecho, intentando arrancar los latidos en mi interior. Enamorarse fue inevitable desde el inicio.

—¿Shorter? —Contuve una carcajada ante el puchero que él me obsequió. ¿Existía algo más lindo que Eiji con los labios fruncidos, las mejillas infladas y el ceño tenso? Apostaría mí misma existencia a que no. Me relajé en la silla, él era tan adorable. Lo pensaría mil veces más.

—¿Cómo me pudiste confundir con él? —Él se sentó encima de mi cama, el colchón se hundió. Quedamos uno al frente del otro, sus rodillas chocaron entre las mías, sus manos pendieron sobre su regazo—. No tengo la voz tan grave. —Una bolsa de plástico me fue extendida.

—Quizás él te está contagiando la estupidez y por eso los confundí. —Una pastilla blanca y una botella de agua pendían en su interior, parpadeé, confundido. La noche era silenciosa, la soledad era peligrosa cuando se compartía de a dos—. ¿Por qué? —Él se acarició la nuca, nervioso.

—Dijiste que te dolía la cabeza con esto de ir a la reunión de Dino Golzine, así que corrí a la farmacia. —Un estridente palpitar me erizó hasta la punta de la nariz, traté de esconder una tonta sonrisa en vano. Lindo.

La tentación del lince.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن