Capítulo 21.

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¡Hola mis bonitos lectores! Me demore un horror en escribir esto aunque sea la reedición, pero finalmente llegamos, muchas gracias por haberme acompañado durante tanto tiempo en este pequeño fic.  ¡Espero que les guste!

  ¡Espero que les guste!

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Él. Quien creía en mí con la devoción que se profesan las almas gemelas: A ojos cerrados y con los brazos abiertos.

Él. Quien reemplazó las cicatrices de un leopardo congelado por bufandas mullidas y besos traviesos.

Él. Quien no temía romper un poco de su corazón para ayudarme a recoger el mío.

Los seres humanos podían ser graciosos. Admiraban las rosas pero le temían a sus espinas. Pensaban en espinas, no obstante, olvidaban que estas también se encontraban incrustadas a la libertad. Para poder arrancarme aquel filoso retazo de dolor tuve que sumirme al fondo por él.

Sin importar que tan altos fuesen mis muros Eiji siempre encontraba la forma de saltarlos. Anhelaba huir de la desdicha y dejar que el dolor se ahogase en mi tumba, sin embargo, mis cadenas eran escarlata pesadas. Aunque lo tenía enfrente temía que desapareciese, ser tan feliz no podía estar bien, no para alguien como yo. Pero acá estaba, rozando su nariz en una cama demasiado estrecha para dos hombres adultos, enredando nuestras piernas debajo de una roñosa frazada, admirando su belleza con la torpeza de un niño, jugueteando con su cabello como si con eso pudiese cambiar algo.

—¿En qué estás pensando, Eiji? —Él suspiró antes de esbozar esa sonrisa—. Pareces distraído. —La misma que sin importar cuántas veces la viese me robaba el corazón.

—Es extraño.

—¿Qué es extraño, onii-chan? —Sus caricias se detuvieron sobre mi cintura, su flequillo terminó de caer encima de la almohada ante el fruncir de la duda.

—Llevo años odiando este cuarto. —Decenas de cajas de cartón se encontraban a medio empacar en el piso—. Está lleno de malos recuerdos. —Ninguno se quitó la mirada de encima en aquel torpe y tímido agarre de manos—. Está lleno de insomnio, estrés, frustración y dolor. —La garganta se me llenó de pétalos frente a tan dulce risa—. Pero lo echaré de menos. —Lo amaba tanto.

—¿Acaso eres masoquista? —El temblar entre sus cejas fue lindo—. ¿Todos los japoneses son masoquistas?

—No es eso, pero no puedo odiarlo cuando este lugar está repleto de tus recuerdos. —El candor sobre mis mejillas fue insoportable—. Pasamos por muchas cosas acá, fue un semestre intenso. —Me dejé hundir en el colchón, el juguetear entre nuestras piernas fue agradable.

—Podemos crear mejores recuerdos en mi apartamento. —Mis cosas también se encontraban en esas cajas—. Como la propiedad está a mi nombre el viejo no puede hacer nada. —Pero odiaba recibir favores de él. Mi papá, ¿no? Era heredero de las empresas Golzine, mierda. Él acomodó un mechón de cabello detrás de mi oreja, tenerlo tan cerca ya no era suficiente.

La tentación del lince.Where stories live. Discover now