XXIV

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PROV ARISTOTELES

Dolor eso es lo único que podía sentir en mi corazón, pero no era cualquier tipo de dolor, no era como cuando me dolía la cabeza y me tomaba una pastilla, ni siquiera cuando me dolía el estómago y tenía que ir al médico, incluso cuando me rompí el talón de Aquiles fue uno de los dolores más fuertes de toda mi vida y ni aun así se comparaba , recordé el dolor que sentí al perder a mi madre pero aún sentía que respiraba, esta vez no, algo oprimía mi corazón sin dejarme respirar mientras lloraba con todas mis fuerzas.

No sabía cuánto tiempo estuve en el frio de la noche sosteniendo el cuerpo de Temo entre mis brazos, solo supe que en cuanto el beso terminó él se fue, se marchó para siempre mientras toda la fortaleza que sentía se esfumó dejándome en un llanto que primero comenzó como pequeños sollozos mientras abrazaba su frio cuerpo lo más fuerte que podía no me dejes, por favor no me dejes Tahi susurraba una y otra vez antes de comenzar con un llanto opresor que no me dejaba ni respirar mientras cerraba mis ojos con fuerza como si todo fuera una pesadilla, pronto ya no eran más susurros eran gritos de dolor desgarradores desde lo más profundo de mi garganta ¡Te amo Tahi! ¡Llévame contigo! ¡Quédate conmigo! ¿Por qué Dios? ¿Por qué me lo das y luego te lo llevas? Todas esas eran mis palabras mientras dejaba que las lágrimas corrieran esperando aliviar el ardor que se sentía dentro de mí, pero eso no pasaba, nada lo calmaba, incluso cuando el tiempo pasó y las lágrimas terminaron, el dolor no se marchaba, todo lo contrario inició dentro de mí un vació que abarcaba justo donde antes estaba mi corazón, impidiéndome respirar con normalidad.

No sé cuántas horas lloré solo mire a mi alrededor sintiéndome completamente perdido mientras que por alguna razón la noche se hacía más obscura y fría para mí, de pronto sentía que nada tenía sentido a mi alrededor, no sé si sentía frio o calor, cansancio o hambre, no podía percibir ni mi propio cuerpo, me sentía como un muñeco sin vida, que lo único que sentía era algo que no podía denominarlo tristeza porque era más allá de eso, cuando las lágrimas se calmaron miré mejor el cuerpo de Temo, estaba completamente en blanco, ya no había color en sus mejillas., sus labios ya no eran rojos ahora tenían un leve tono violeta, ni siquiera se miraban esas ojeras purpuras bajo sus hermosos ojos, solo se veía tranquilo, completamente en paz, completamente dormido ajeno a una realidad sin dolor y joder era tan malditamente hermoso aún después de la muerte que no comprendía que hice en mi otra vida para poder amar a tan maravilloso Ángel, que ahora se había convertido en uno, seguí admirando su belleza y mi mano viajo hacia su mejilla, solo para sentir que en algún momento todo lo que vivimos fue real, que no solo fue un sueño porque ahora la vida parecía convertiste en una maldita pesadilla.

Sorbí mi nariz cuando me percaté que alguien se acercaba lentamente, era mi suegro Papancho quien tenía los ojos igual de rojos e hinchados que los míos, extendió sus manos hacia mí para entregarle a Temo pero yo negué con mi rostro abrazándolo más fuerte.

-Yernito –susurró Papancho poniendo una mano en mi hombro- debemos continuar, todo está listo pal rato, será la ceremonia de despedida, debes dármelo para que lo lleve.

-No...-lo miré mientras mis lágrimas volvían a salir mirándolo con compasión hacia mi persona mientras le susurraba - por favor no... No quiero separarme de él, le prometí que no lo iba a dejar, no quiero que esté solo, le prometí que no estaría solo...

-Aristóteles – Pancho me miró más firme y suspiro hondo- él ya no está aquí, él no está solo, pero él necesita descansar como siempre lo deseo.

Miré su sinceridad y entonces miré el cuerpo de Temo entendiendo sus palabras, él ya no estaba más conmigo, su corazón ya no latía, él ahora estaba en un mundo mejor, en algún lugar donde no existía dolor, él ya no se encontraba más entre mis brazos, con la poca fuerza que tenía suspiré hondo mientras dejaba un suave beso en sus fríos labios Te amaré hasta el infinito mi amor, y con todo el dolor de mi corazón le entregué su cuerpo a Pancho quien lo recibió con fuerza abrazándolo, luego se levantó y caminó hacia la puerta mientras yo sentía como ese vacío se incrementaba, miré por donde se iba y entonces vi a nuestras familias ahí, tanto los López como los Córcega lloraban consolándose unos a otros, miraba la escena cuando de pronto sentí la necesidad de no dejar ir a Temo por lo que me levanté con fuerza yendo tras él pero unas manos me detuvieron, era Pepe quien me miraba negando con la cabeza.

SUNSET - ATARDECER /  Aristemo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora