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No recuerdo exactamente cuanto tiempo estuve caminando, pero... estaba amaneciendo, la planta de los pies me estaba ardiendo, el estomago me gruñía como perro rabioso y mi vista se perdía, creí que iba a morir, sentía que estaba cerca, pero no moriría sin dar batalla, almenos (dije) almenos llegaré a ciudad central. Pude ver el gran letrero por encima de la carretera, estaba llegando a ciudad central, pero... mis pies no soportaron mas, me desplomé en el suelo junto a la carretera, creí que todo había terminado, no tenía ni fuerzas para maldecir mi destino, ni siquiera un pensamiento, ni siquiera una maldición a mi vida o a cualquiera de un ser vivo, al otro lado de la carretera pude ver una liebre, aquél peludo animal me miraba con pena, lo sabía, estaba ahí sentado mirándome mientras su pequeña nariz se movía al respirar, quizás decía algo como miren a este pobre diablo, hijo del hombre que yace moribundo en plena acera, cerré los ojos, no tenía por que aguantar la opinión de una estúpida liebre, cuando... escuché las llantas de un auto frenándose junto a mi
-oh por todos los cielos- era la voz de un viejo, escuché sus pasos acercándose a mi y luego... su mano en mi cuello
-dios santísimo esta vivo! pero agoniza, rápido muchachos no tenemos tiempo que perder, ayúdenme a subirlo deprisa!- luego un montón de pasos mas.
Desperté aturdido, parecía que todo lo anterior había sido solo un sueño pero... nada mas alejado de la verdad, me encontraba en un cuarto blanco muy limpio, hasta yo estaba limpio y vestido con una bata blanca, tenía cables en el cuerpo y un aparato que hacía "beep" cada cierto tiempo, por la ventana entraban las luces del amanecer, acompañadas del canto de unos pajarillos en la rama de un árbol, pareciera que aquellas aves celebraban mi despertar
-esta de vuelta, ¿quien lo diría? miren que tiene suerte... almenos por ahora- o eso creo yo que cantaban, la puerta se abrió y en ella entró una joven chica vestida de enfermera
-veo que ya has despertado- dijo ella con una voz de lo mas linda- dime como te sientes niño, ¿estas bien?- su tacto conmigo era tan amable y dulce que me asustaba un poco, no sabía como responder a eso 
-me... siento bien- dije como pude y la chica solo me sonrió- bueno parece que en verdad lo estas- la chica cambiaba el suero que tenía puesto en el brazo- nos diste un gran susto niño, creímos que no sobrevivirías, por suerte un hombre te encontró a tiempo  mírate, aquí estas con nosotros de nuevo- la chica acarició mi cabello, supongo que le parecí adorable o tierno- ¿como te llamas?-
-Milo...- respondí 
-bien Milo, volveré en un minuto, debo ir con el doctor para decirle que ya te encuentras mejor, ¿de acuerdo?-
-si!- respondí yo un poco feliz, no se si la enfermera era amable conmigo por su trabajo o si realmente yo le agradaba, pero ese fue el primer trato amable que había tenido en años, poco después vino un doctor a hacerme una revisión, así como si yo fuera un auto y el un mecánico, después dijo que se había salvado mi vida pero necesitaba reposar un poco mas, entonces esa misma tarde volvió la enfermera
-Milo, hay alguien aquí que quiere verte y... estoy segura que tu también lo querrás conocer- la enfermera se hizo a un lado y entonces lo vi por primera vez, a la habitación del hospital había entrado un hombre de unos 50 o 60 años, vestía un traje gris con un sombrero de bombin, su barba era blanca y sus ojos tan tranquilos
-gracias señorita- dijo aquél hombre amablemente, después me miró a mi y se quitó el sombrero
-hola amigo, ¿te encuentras mejor?- aquel hombre a pesar de ser un extraño para mi en aquel entonces me hacía sentir una enorme confianza, así que respondí con los pocos modales que conocía
-estoy bien señor- dije y aquel hombre sonrió de manera cálida
-eso me hace sentir mas tranquilo amigo, creí... que no lograrían salvarte y... bueno me alegro que estés bien, ¿cual es tu nombre?-
-Milo, señor- 
-un gusto en  conocerte Milo, yo me llamo Leopold Landes- dijo aquel señor, sin saberlo estaba conociendo al hombre que cambiaría totalmente el curso de mi vida, y quien tal vez sería el hombre que merecía mas el ser conocido como mi padre, pero no quisiera que mis actos manchasen el buen nombre de Leopold.

El Arlequín: origen de un asesinoWhere stories live. Discover now