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Cuando la policía llegó todo estaba a mi favor, las cámaras en efecto habían visto desde su angulo que trataba de ayudar al bastardo de Barton, no levanté sospechas, al menos en ese momento, entonces... esa vez fue la primera que ví a nuestro amigo... el detective Marquez.
fue él el que hizo las preguntas complicadas y cabe decir... que ese día tuve suerte

-¿dices que no estas seguro de lo que viste muchacho?- yo mantuve mi cara seria, negué levemente con la cabeza y lo voltee a ver
-lamento... no ser de mayor ayuda-
-bien, no es culpa tuya, las cámaras lo dicen todo- dijo Marquez marchando pero yo en el fondo sabía lo que estaba pensando.

Marquez era reconocido entre sus colegas por atrapar a los peores criminales de ciudad central, entre ellos Bill punk, el líder la tribu de dementes con cabellos puntiagudos que sigue causando problemas, apuesto a que Marquez había visto muchos rostros como el mio, por eso él desde ese primer encuentro no dejó de sospechar sobre mi
-necesito... que mantengan la vista en ese chico- dijo Marquez a su colega, la novata Miia H.
-pero... detective, ese chico es inocente usted mismo vio las grabaciones-
-reconozco a un loco de estos cuando los veo, ese chico podría ser todo menos inocente-
-¿esta usted seguro?- preguntó la novata y el detective me echó un vistazo con la cara de un policía rudo
-estoy mas que seguro-.

Estar en casa tras la muerte de Leopold Landes las primeras noches fueron terribles, por mi mente pasaban de todo tipo de ideas, increíblemente ninguna de ellas era sobre mi fallecido padre adoptivo,  la mayor parte del tiempo pensaba en la muerte de esos dos bastardos, concluyendo así con la familia landes, al menos en esta casa, algunas veces era escalofriante pensar, que después de todo era un extraño ajeno a la familia quien se quedase con todo, la noche fue fría y un detestable malestar aquejaba mis entrañas, al principio creí que se trataba de mi sentimiento de bondad, la maldad de asesinar a ese chico... porque.... claramente pude hacer algo al respecto, pude salvarlo, era lo correcto y era lo que Leopold Landes me hubiera encargado, lo que a su memoria era lo que debía hacer, convertirme en el chico que siempre quiso tener por hijo  
-basta ya!- grité al silencio, al abismal y oscuro pasillo fuera de mi habitación, el malestar... la conciencia agonizante que estaba en mi cabeza imploraba por sobrevivir, tratando de negociar... tratando de pedirme que no abandone la poca moral que me quedaba... porque tal vez en estos días ya no importe ser un asesino... pero muy en el fondo sabemos que quitar la vida a alguien de ese modo no es algo fácil de hacer, al menos si aun conservas tu moral... tus pensamientos correctos, tu conciencia.
Cansado fui al baño, abrí la llave y lave mi rostro me lo quedé pensando un momento, mientras el agua del grifo corría libremente por el lavabo, un pensamiento vino a mi mente, poco a poco comencé a relajarme y recordé algo... algo importante, algo que me atrajo poderosamente a la sala. Ahí en medio de la oscuridad se encontraba mi mochila del instituto acompañada de una bolsa negra, yo la había dejado ahí días antes... encendí las luces y  caminé a la bolsa negra que se encontraba en el sillón de la sala, como si me esperara, la sostuve en mis manos un momento y después saqué lo que se encontraba dentro, la mascara del arlequín.

El Arlequín: origen de un asesinoWhere stories live. Discover now