CAPITULO XLIII

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Se presumió que Mr. Crawford habría iniciado su viaje de regreso a Londres, a la mañana siguiente, pues no volvieron a verle en casa de Mr. Price; y, dos días después, ello fue para Fanny un hecho comprobado por la siguiente carta de Mary, que abrió y leyó por otro motivo con la más ansiosa curiosidad:

"Tengo que poner en su conocimiento, queridísima Fanny, que Henry ha estado en Portsmouth para verla a usted; que dio un paseo delicioso con usted por el arsenal el sábado pasado, y otro más digno de comentario aún el día siguiente, por la muralla, dónde el aire balsámico, el centelleo del mar y las dulces miradas y conversaciones se conjugaron en la más deliciosa armonía y suscitaron emociones que provocan el éxtasis hasta recordarlas. Ésta, según he podido deducir, es la substancia de mi información. Él quiere que le escriba esta carta, pero no sé qué más puedo comunicarle fuera de la citada visita a Portsmouth y de los dos paseos mencionados, y que fue presentado a su familia de usted, en especial a una encantadora hermanita, deliciosa muchacha de quince años, que formó parte del grupo en el paseo por las murallas y recibió, supongo, su primera lección de amor. No tengo tiempo para escribirle muy largo; pero, además, hacerlo estaría fuera de lugar, pues ésta es una simple carta de negocios, pergeñada con el propósito de comunicarle una información necesaria, y que no podía aplazarse sin riesgo de grave daño. Querida, mi queridísima Fanny, si estuviera usted aquí ¡cuántas cosas le contaría! Podría escucharme hasta cansarse, y aconsejarme hasta cansarse más aún; pero es imposible trasladar ni una centésima parte de lo mucho que bulle en mi mente; así que me abstendré del todo, dejando que adivine usted lo que guste. No tengo noticias para usted. Es usted bastante sagaz, desde luego; y estaría muy mal que la atormentase con los nombres de la gente y la relación de las fiestas que ocupan mi tiempo. Debí mandarle un relato de la primera recepción de su prima, la señora Rushworth; pero tuve pereza, y ahora pasó ya demasiado tiempo; baste decir que todo fue exactamente como podría desearse, de un tono que todas sus relaciones pudieron atestiguar con agrado, y que el vestido y las maneras de ella la acreditaron por completo. Mi amiga, la señora Fraser, está loca por una casa como aquella, y tampoco a mí me disgustaría... Voy a trasladarme a casa de lady Stornaway después de Pascua; parece que se siente muy animada y feliz. Me imagino que lord Stornaway es muy divertido y agradable en el seno del hogar, y no le considero tan mal parecido como antes... al menos, una ve cosas mucho peores. Al lado de tu primo Edmund, no resulta, desde luego. ¿Qué diré del héroe que acabo de mencionar? Si omitiera por entero su nombre parecería sospechoso. Entonces diré que le hemos visto dos o tres veces, y que a mis amigas de aquí les ha impresionado mucho, con su aspecto tan distinguido. La señora Fraser (no juzgue usted mal) dice que no conoce en Londres más que a tres hombres que tengan tan buena presencia, tan buena estatura y tan buen porte; y debo confesar que, cuando comió aquí el otro día, no había ninguno que pudiera compararse con él, y formábamos un grupo de dieciséis personas. Afortunadamente, nadie puede basarse hoy en una diferencia de indumentaria para contar historias, pero..., pero..., pero... Suya afectísima.

Casi me olvidaba (por culpa de Edmund, le tengo en la cabeza más de lo que me conviene) algo muy importante, que debo decirle de parte de Henry y de la mía propia: me refiero a lo de llevarla a usted de nuevo a Northamptonshire. Mi querida criaturita, no vaya a permanecer usted en Portsmouth hasta perder su lindo aspecto. Esas perversas brisas del mar son la ruina de la salud y la belleza. Mi pobre tía siempre se sentía perjudicada cuando se hallaba a una distancia inferior a las diez millas de la costa, que el almirante no creyó jamás, desde luego, pero que yo sé que así es. Estoy a disposición de usted y de Henry, con tal de que me avisen con una hora de anticipación. Me gustaría el plan, y haríamos un pequeño rodeo para enseñarle a usted, de paso, Everingham, y acaso no le importe pasar por Londres y ver el interior de San Jorge, en Hannover Street. Sólo que, en tal ocasión, debería usted mantenerme separada de su primo Edmund: no me gustan las tentaciones. ¡Qué carta tan larga! Una palabra más. Veo que Henry tiene cierta intención de volver a Nortfolk para algún asunto que usted aprueba; pero esto no será posible hasta mediada la próxima semana. Es decir, en todo caso no podré prescindir de él hasta pasado el día 14, pues damos una fiesta ese día, por la tarde. El valor de un hombre como Henry en tales ocasiones es algo que no puede usted concebir; de modo que debe usted fiar en mi palabra si le digo que es inestimable. Verá a los Rushworth, y confieso que esto no me disgusta, pues siento alguna curiosidad; y creo que lo mismo le ocurre a él, aunque no quiere reconocerlo".

Mansfield Park Jane AustenWhere stories live. Discover now