Prólogo

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Los gritos desgarradores de las personas siendo devoradas por la inmensa horda de caminantes que derrumbó las paredes de la zona segura de Alexandria, no dejaban de torturar de la manera más cruel a los oídos del caído líder Carl Grimes

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Los gritos desgarradores de las personas siendo devoradas por la inmensa horda de caminantes que derrumbó las paredes de la zona segura de Alexandria, no dejaban de torturar de la manera más cruel a los oídos del caído líder Carl Grimes.

Con su mirada poco generalizada intentó buscar algún otro sobreviviente más, pero todo era inútil, la sangre se esparcía por todo el suelo. El corazón se le quebró en mil pedazos, la mente se le estaba a punto de explotar y la locura comenzó a inundar lo más profundo de su propia cordura.

Su familia y amigos habían muerto, toda por completo incluyendo lo último que le quedaba biológicamente de su sangre, la pequeña y dulce Judith. Tuvo que correr, escapando de aquellos seres hambrientos de carne humana y de sus enemigos que jamás pensaron que los derrocarían de esa manera tan voraz.

Había sido un error, un completo error meterse del lado de aquellos enemigos con máscaras de pieles humanas. Se los advirtieron pero las comunidades no lo dejaron pasar y siguieron provocando, ni siquiera la cabeza clavada en la estaca de la líder Alpha ayudó a que el miedo los invadiera.

Por el contrario, llevó a que Beta hiciera su venganza el doble de pesada.

Sin mirar atrás, como alguna vez tuvo que hacerlo cuando la cárcel explotó en pedazos por las manos del gobernador, se adentró al bosque. Pero esta vez estaba solo, herido y sin nadie que lo consuele ante semejante imagen impactante que acababa de vivir.

Los susurradores habían ganado, toda la preparación durante meses para la gran batalla no había servido en nada, y lo único que habían logrado era una gran tumba para toda la comunidad que intentaba recrear una nueva civilización en este mundo desastrosamente apocalíptico.

Estaban condenados a vivir en la supervivencia, sin nada más que ellos mismos y sus instintos para defenderse ante las amenazas que los rodeaban.

Herido de su pierna y brazo por las constantes luchas para sobrevivir de los ataques recibidos, logró alejarse lo suficiente del lugar que alguna vez fue su hogar. Se apoyó en un árbol quedándose pensativo hacia dónde iría en ese mismo momento.

Algo agitado, con el sudor recorriendo su cuerpo y observando hacia todos lados con el temor de que alguno aparezca, sacó de su bolsillo las llaves de un lugar donde nunca pensó volver a entrar para acudir ayuda.

El santuario.

Carl se dedicó durante todos estos años a ir una vez por semana a dejar víveres y conversar con Yildiz por al menos una hora o dos. Agradeció a su instinto que antes de la batalla haya tomado esas llaves, a pesar de todo.

No estaba en claro si los susurradores alguna vez habían notado la fábrica abandonada o si conocían la existencia de la pelinegra, pero lo mejor era escapar de ese lugar espantoso y nada agradable para el ojiazules.

Sacó su cuchillo por cualquier imprevisto, quejándose de dolor ante sus constantes dolores y haciendo su máximo esfuerzo para no abandonar sus deseos de vivir. Los recuerdos venían como imágenes repetidas en su mente; ver una y otra vez como las personas que más amaba eran devoradas sin piedad o asesinadas por esas personas, era tan cruel y morboso.

EL NUEVO ORDEN || The Walking DeadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora