ENGENDRO DEL MAL

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Lunes 14 de octubre

Ese catorce de octubre, Samantha, había llegado junto a su mejor amiga Maialen al internado Medio Día. ¿Cómo habían llegado ahí? Pues sencillamente, se habían metido en problemas bastante graves, su conducta no era la mejor, de echo, era una de las peores en su instituto. Pero ella creía que no era como para meterla en un internado. Ni que fuera una maniática y te fuera a agredir por no darle los deberes hechos.

En cambio, Maialen, había sido ingresada allí, por cosas mucho menos lógicas. Era verdad que no se comportaba bien la mayoría de las veces, pero no era por eso por lo que la habían metido en aquel internado. La habían mandado aquel lugar tan poco acogedor solo porque defendía cosas que sus padres no. No tenían el mismo punto de vista de las cosas, pero la chica se alegraba de que así fuera. Defendía las mejores causas, casi siempre las más acertadas.

Las dos chicas, suspirando, se dirigieron hacia dentro, echándole un último vistazo a la fachada del internado. Cada vez que lo contemplaban, les recorría un escalofrío por todo el cuerpo. La verdad es que daba muy mala espina.

Una vez en la entrada, se dirigieron hacia la pequeña recepción que había, dijeron sus nombres y cogieron las llaves de su habitación. Por suerte por dentro parecía mucho más lujoso que por fuera. Estaba decorado con lámparas de cristal. Los techos eran los más altos que habían visto en toda su vida.

Se dirigieron a su habitación, por suerte la compartían. También con otras dos chicas pero seguro que hacían buenas migas.

Después de colocar su ropa en los armarios salieron de la habitación y se dirigieron al ascensor. Sí amigos, el internado tenía un ascensor en cada pabellón. Había tres.

Como habían llegado más tarde que el resto, eran las únicas que faltaban por entrar en el gran comedor. Cogieron su comida y se sentaron en una mesa. Vieron entrar a una chica, sola y que parecía un poco triste, así que la animaron a que se sentarse con ellas. Cuando cogió su comida, se sentó frente a ellas.

-Hola, yo soy Samantha, me puedes llamar Sam, y ella es mi mejor amiga Maialen.

-Encantada-dijo la del flequillo dedicándole una sonrisa acogedora. -. ¿Tú como te llamas?

-Soy Eva-dijo muy bajito, agachando la cabeza. La rubia intimidaba mucho.

-Oye, Eva, no te sientas intimidada. Sé lo que estás pensando, me dicen todos lo mismo, que intimido mucho -la rubia le cogió la mano a esta y le dedicó una pequeña sonrisa tratando de ser lo menos estirada posible. De primeras parecía que iba sobrada a todos lados, pero en realidad era un amor.

-Vale-le respondió la de ojos azules, hablando más alto. Sentía que esa chica le iba a caer muy bien y no quería llevarse mal con ella, parecía muy agradable y que tenía buenas intenciones.

-¿Eres nueva?-preguntó Maialen. Quería conocer a fondo a aquella chica tímida.

-No, vine el año pasado. Me tiré todo el curso llorando porque echaba de menos a mis amigos. Estuve sola todo el curso y si alguien me hablaba era para meterse conmigo-hablaba con voz triste, mientras recordaba esos sucesos en cuenta cabeza.

-Bueno, ya no estás sola, así que los imbéciles que se atrevan a meterse contigo van a buscar una gran pelea -la animó Samantha. Aunque era muy positiva, era también realista y defensiva. No dejaría que a su nueva amiga la hicieran daño.

-Yo igual, eh, que parezco muy inocente pero te juro que cuando me enfado parezco el demonio en mismísima persona-rió la chica del flequillo. En ese momento una chica rubia que estaba sentada con un grupo de chicos y unas pocas chicas se acercó.

Los asesinatos del internado Medio Dia | OT 2020Where stories live. Discover now