TIENES QUE VER ESTO (maratón p.3)

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Samantha vio como Hugo abrazaba a Maialen y comenzaba a llorar. Notó como sus ojos comenzaron a aguarse y enterró su cara en sus manos. Flavio se dio cuenta y la abrazó.

—Sam, seguro que se va a poner bien.

Las ganas de vomitar volvieron y la rubia tuvo que salir corriendo hacia los baños. Se arrodilló frente a uno de los inodoros y expulsó lo que le quedaba de comida.

—Deberías ir a la enfermería.

El joven le acariciaba la espalda y le sujetaba el pelo para que no se lo manchara.

—No —respondió ella, en un susurro. Sus ojos seguían llenos de lágrimas y en cualquier momento se le desbordarían. —. No puedo ir ahora a la enfermería. La enfermera tiene que atender a Eva. Puedo aguantar.

Nada más decir aquellas palabras, giró de nuevo su cara al retrete y vomitó.

—En cuanto la enfermera termine con ella, tú irás de cabeza a la enfermería.

Flavio estaba serio. Se notaba que estaba preocupado por la joven y quería ayudarla.

—Vale.

Se recostó contra la pared y echó la cabeza hacia atrás. Su pelo caía por su espalda, más o menos un poco más abajo de los hombros.

—Me estoy mareando.

Cerró los ojos y el moreno le puso la mano en la frente.

—Sigues sin tener fiebre.

—Yo creo que esto es por el estrés de que estén matando a la gente —dijo obvia.

Estuvieron unos segundos en silencio hasta que la rubia comenzó a reír bajito.

—Por qué te ríes? —preguntó Flavio. Viendo la gravedad de la situación, le parecía muy extraño que la chica se estuviera riendo.

—Estoy pensando... —se calmó un poco y dejó de reírse. —... Hay un asesino suelto y nadie va a poner medidas de seguridad ni van a interrogar a nadie.

Se hizo un silencio horrible. No era incómodo, pero son de esos silencios que te dan tiempo a pensar en lo peor.

—Escúchame —dijo él para tranquilizarla. —. No os va a pasar nada a ninguno y Eva se va a poner bien. Te lo prometo.

—No puedes prometer algo así. Eso no está en tu mano.

—Vale. Tienes razón, pero voy a hacer todo lo posible para que no te pase nada, ni a ti ni a nadie.

Samantha rompió en llanto y Flavio la abrazó, todavía sentados en el pequeño baño.

—Quiero saber cómo está Eva— dijo la rubia, pasada una media hora.

—No sé si podemos ir a verla, pero vamos a acercarnos.

Se levantaron y, comidos de la mano se dirigieron hacia la enfermería, dónde había varias personas esperando.

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16:55

Maialen lloraba desconsoladamente, abrazando a Hugo para que no se rompiera.

—No puedo perderla, Mai... —decía el rubio, con voz entrecortada.—... Es que, me lo imagino y ya no quiero seguir viviendo.

En ese momento, la joven sabía lo que tenía que hacer. Dejó de llorar, apartó su propia tristeza e hizo que el joven la mirara a los ojos.

—Hugui, Eva va a salir de esta. Estoy totalmente convencida. Y, en el caso de que no, tú no puedes simplemente dejar de existir. Tienes que quedarte, porque se lo debes.

No estaba segura de lo que estaba diciendo, pero había hecho que el chico se relajada un poco.

—Vale...

Se limpió las lágrimas del rostro con la mano. Suspiró y miró hacia donde unos minutos antes, estaba el cuerpo de su compañera.

El charco de sangre era un poco grande; probablemente habría perdido mucha sangre. Pero hubo una cosa que a Hugo le extrañó. Nadie se había dado cuenta.

En el centro del charco de sangre, había un objeto blanco y alargado. Se acercó y lo cogió. Lo examinó y le dio la vuelta. Pudo leer perfectamente lo que ponía.

Su cara perdió todo el color que, muy difícilmente, había conservado.

—Maialen... Tienes que ver esto.

La del flequillo fue hacia el lugar donde estaba el rubio. Cogió el objeto y dijo:

—Es una tecla del piano que está en la Sala de música —hablaba tranquila, hasta que le dio la vuelta y descubrió la inscripción. —. Dios mio.

Se llevó las manos a la boca.

Tendrían que proteger a Eva.

Los asesinatos del internado Medio Dia | OT 2020Where stories live. Discover now