𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚄𝚗𝚘.

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Con la cabeza apoyada en la ventanilla del coche, veía nostálgicamente las casas quedarse atrás, mientras ella era obligada a seguir adelante, aunque no se sintiera del todo lista.

–Cariño, llegamos– Se había quedado dormida.

Abrió lentamente los ojos, frunciendo el ceño casi al instante, la poca luz que le llegaba lastimaba sus ojos.

Se llevó las manos al rostro y las frotó suavemente contra el mismo, en un intento por despertar completamente.

Se colocó una sudadera delgada, y una gorra, algo que sería en vano pues su madre la esperaba con una sombrilla a penas a unos pasos del auto, incluso aunque no hacía demasiado sol.

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7:50 p.m

—Mamá ¿Puedo salir?— preguntó mientras se ponía los zapatos

—En media hora te quiero de regreso— respondió su madre frustrada, no quería dejar que su hija saliera, en especial si no conocía la zona.

Salió, saltando por encima de la cerca.
A no mucha distancia de la casa vislumbró el camión de mudanza, pensaba que tardaría más tiempo, pero no fué así.

Caminaba mirando sus pies, contando los pasos, escuchando las hebillas de sus zapatos cuando, repentinamente y sin improviso, sintió un impacto en su frente, seguido de una caída, consecuencia del mismo.

Al levantar la cabeza para verificar que su contrario no tuviese ningún daño, se encontró con un niño que por lo que intuía tendría unos nueve años, quien la miraba anonadado, probablemente por el color rosa pálido de su piel.

Ebony sonrió sutilmente.

—¿Estás bien? — preguntó mientras se levantaba, para acto seguido ofrecerle la mano y ayudar al menor a ponerse de pie.

—Claro que sí— respondió el pequeño con energía, aún mirándola curioso

—Me llamo Ebony— sonrió mostrando un poco los dientes— ¿Y tú?

—Jason— respondió con una enorme sonrisa— Oye...¿Por qué eres rosa?—

La pregunta causó una gracia evidente en la chica, quien respondió tras aguantar un poco la risa

—Tengo Albinismo— habló aún sonriendo— Es una condición de la piel

El niño la miró ladeando la cabeza, su actitud sin duda era la de un niño mucho más pequeño de la edad que aparentaba.

—Oye...— nuevamente, la voz de Jason la sacó de sus pensamientos. Ebony lo miró— Eres nueva aquí ¿Cierto?— La mencionada asintió—¿Quieres que te muestre el pueblo?— interrogó con un brillo inocente en los ojos

—Me encantaría— respondió sonriendo ampliamente mientras sacaba su celular del bolsillo de su pantalón para notificarle a su madre que se encontraba bien, y que tardaría un poco más de lo acordado, amén de enviarle su ubicación y una fotografía de el lugar en el que se encontraba, en caso de que algo sucediera.

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9:55 pm.

Lilia daba vueltas por la casa, inquieta. Su hija había tardado más de lo que esperaba, y estaba considerando seriamente llamar a la policía.

Extendió la mano para tomar el teléfono fijo, sin embargo, el sonido de la puerta la detuvo.

—Llegué, mamá. Traje sushi para cenar— Habló Ebony mientras entraba a la casa para casi instantáneamente, ser abrazada por su madre

—¡Mei! Gracias al cielo que estás bien ¿Te pasó algo? ¿Estás bien?— cuestionó repetidas veces la mujer mientras examinaba a su hija.

—Estoy bien má, no te preocupes. De hecho, hice un amigo— respondió la albina con una sonrisa tímida.

—Me metiste un susto terrible, hija. Más vale que ese sushi sea bueno— dijo sentándose en el sillón de la sala, haciéndole un espacio a Mei para sentarse a su lado

—¿No comeremos en la mesa?

—Hoy no, cariño. Tengo preparado un maratón de tus películas favoritas y quiero que las veamos juntas— articuló su madre sonriendo.

Mei se sentó al lado de su madre sonriendo.

El resto de la noche pasó entre risas, abrazos y bromas por parte de aquella familia de solamente dos personas.

Sunlight    •Malina   Weissman•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora