Capítulo 1

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Sonó la alarma de su teléfono, estiro su mano tratando de alcanzarlo y apagar ese sonido infernal. Tenia sueño, vaya que si, pero al final de cuentas, tuvo que levantarse de su cama si o si.
Fue al baño, hizo sus necesidades, lavo sus dientes y ato su pelo en una cola de caballo.

No se ducho por el hecho que, cuando llegaba a casa del trabajo, se daba una ducha rápida, eso la refrescaba y relajaba, y ya en la mañana que iba a entrenar, pues, no lo veía necesario.
Además, debía economizar su preciosa agua caliente, la cual le ayudaba mucho a relajarse y bajar su nivel de tensión.

Todos los días a las cinco y media de la mañana, iba al gimnasio a entrenar, para estar fuerte, para protegerse a si misma y a su querida hermana. Su trabajo así lo ameritaba y no debía descuidar su figura, aun que, debía admitir que nunca tuvo problemas en su peso, pero de igual manera no podía arriesgarse.

Se vistió con su típica ropa deportiva, tomo todo lo necesario, colocándolo en su pequeña bolsa de gimnasio.
Pero antes de salir, verifico como estaba su hermana. Fue a su cuarto y la encontró dormida, en paz y sonrió al verla tan tranquila. El turno de ayer les toco pesado, más a ruri, por que le toco estar en la barra, dando bebidas, y esos cabrones podían llegar a ser un dolor de cabeza. Sin mas agarro sus llaves, su bolsa y salio.

Han trascurrido cuatro años desde ese fatídico día, en ese entonces ella tenia quince años y ruri dieciséis. Por un año tuvieron que pasar por la "disciplina" o castillos que Ibara o sus hombres les daban, al no querer doblegarse, y más que todo ella se llevaba la peor parte, por que era la que más luchaba.

Ella lo hacia para que solo se centraran en su persona y no en su hermana, ya que ruri después de dos meses, enfermo de sus pulmones, debido a que uno de los castigos era mojarlas con una manguera a presión y el agua siempre estaba fría.
Sus muñecas eran amarradas a unos ganchos colgados del techo, dejándolas ahí por una o dos horas, dependiendo de la insolencia que habían cometido o por que se les antojaba hacerlo.

Luego de ese año, las cosas se calmaron un poco, y para ese entonces habían comprendido que no servía de nada escapar, eso solo les traería más heridas y cicatrices.

Debía encontrar una manera de curar a su hermana, conseguirle un debido tratamiento por que ese mal nacido de ibara ni se preocupaba por su condición. Lo mejor que podía hacer para aliviar sus síntomas, era preparándole baños calientes. Eso le ayudaba, pero no la iba a curar.

Transcurrió otro año. Pensaban que ya todo iría bien; pero lo peor vino cuando un día, ibara las mando a llamar. Las felicito por haber aguantado esos dos años y por eso, les iba a dar una recompensa.

Llamo a dos de sus fieles hombres, mozu y magma. Solo los habían visto un par de veces cuando recibían algunos de los castigo y a las dos no les gustaba como las veían, como un pedazo de carne para saborear.

El solo les dio un asentamiento con la cabeza y lo que paso......pues, no, no quería recordarlo. Solo recordara que ella y su hermana perdieron algo muy especial de la forma más ruin y cruel que puede haber, y eso seria algo difícil de olvidar.

Desde ese día se hizo un juramento. No volvería a llorar, ni a mostrarse débil y se volvería fuerte por ella y su hermana y así fue. Ibara las mando a trabajar a uno de sus clubes mas famoso como había dicho.

Eso si, kohaku hizo un trato con el. Constaba de que trabajarían como bailarinas, sirviendo bebida, hasta limpiáremos los baños e incluso haciendo el aseo del lugar o lo que sea pero que ellas  no iban a prostituirse. El teniendo misericordia de ellas o lástima acepto el trato.

Desde ese día trabajaron duro, mucho. Debían ganarse su comida y el derecho de al menos, poder tener algo propio.
Con su primer sueldo compraron lo necesario y pudieron instalarse en un departamento.
Este estaba a una cuadra del club y entre las dos podían pagarlo. No es que fuera tan lujoso pero tenia lo necesario.

Amar a un Yakuza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora