Una dura vida

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~Nerea~

Mi nombre es Nerea y está es mi historia... Les contaré como fue el conocer... al ser más extraño y molesto del mundo, también de como nos volvimos buenos amigos, pero antes hay que entender quien soy, empezando por saber como era mi vida antes de conocer a Elvis...

Desde que era una niña, junto a mis padres hemos librado una lucha incansable por nuestra supervivencia debido a nuestra condición; no somos ingens populi o humanos para que se entienda mejor; Somos parum homines, una especie que es físicamente igual a los ingens populi/humanos, pero con la diferencia en que nuestra altura oscila entre los 9,5cm a 11cm. Un tamaño que nos pone al borde del peligro, siendo que cualquier animal o insecto es un riesgo potencial, aún así hemos sobrellevado la situación, relativamente en paz.

A pesar de que el mundo pueda ser una gigantesca trampa mortal, aún para nosotros no todo eran amarguras; también teníamos nuestros buenos momentos, por ejemplo el tiempo de calidad con mis padres; ayudar a mi papá a prepararse para sus expediciones; explorar los alrededores por mi cuenta, claro que no se me permitía alejarme tanto y tenía que ser cuidadosa de no toparme con fauna que pudiera depredarme.

Encontramos refugio en la que ahora es nuestra pequeña madriguera, ubicada cerca de un arrollo bajando la colina, junto a una casa de ingens populi... criaturas sumamente peligrosas; nada sería tan malo como toparse con ellos; pues según mis padres son seres impredecibles, que en cuanto a malicia nada se le puede comparar.

Como dije son iguales a nosotros, pero gigantescos y por lo que me contaron, son criaturas traicioneras, pues si te llegan a encontrar tu única salida es correr a esconderte y rogar que te haya perdido el rastro, porque de lo contrario terminarás destripado o devorado, o al menos eso es lo que me decían para que fuese precavida; aunque debo resaltar el hecho de que a mis padres les gustaba llenarme la cabeza con historias aterradoras de los ingens populi todo con la finalidad de que me portase bien, cosa que solo les funcionó hasta que cumplí los 15.

La primera vez que vi a uno fue a los 17, edad en la que ya debía aprender a sobrevivir como lo hacían los adultos. Así que comencé a acompañar a mi papá a sus expediciones; necesitábamos reabastecernos de suministros y materiales, por lo que el plan era colarnos a una casa de inges populi entrando por un agujero construido estratégicamente para no ser descubierto y cerca de nuestro de objetivo. Una vez adentro di una ojeada rápida al lugar, esto mientras caminábamos hacia la cocina, pasando primero por la sala; lo primero que noté fue que en lo alto de las paredes habían imágenes de personas; supongo yo, son los retratos de los seres que viven aquí, eran muy viejos y feos, por lo demás, solo habían muebles con telarañas por debajo de éstos.

Con un buen impulso salte a la mesa de centro, siendo esta más pequeña y baja en comparación a la mesa del comedor. Una vez arriba pude contemplar a detalle mis alrededores, quedando fascinada por las cosas que veía, desde las figurillas de piedra con forma de personitas o animales, que  tenían en unos estantes, hasta cajas de madera muy bien decoradas; todo esto se robaban mi atención por completo, al punto que me atreví a revisar su interior y lo que encontré fueron rocas brillantes translucidas, pegadas a un aro de acero de color dorado, eran muy hermosas así que me lleve una.

Mi padre, que al percatarse de mi ausencia, desesperado fue a buscarme y cuando me encontró, me llevó de la oreja a regañadientes hasta la cocina, y si que lo había hecho enfadar, pero me salvé del regaño cuando se escucharon unos fuertes ruidos aproximándose, eran los pasos de un ingens populi, lo vimos... acercándose por nuestra derecha, era un hombre de mediana edad, flaco y pelón, vestía nada más que un pantalón de tela algo viejo.

En cuanto apareció mi padre corrió a esconderse, pensando que su hija lo estaba siguiendo no miró atrás, pero por el contrario, sólo me quedé ahí, inmóvil... apantallada por tan gigantesco ser. 

Mi padre, una vez más al darse cuenta de que no estaba con él, salió de su escondite a buscarme y en cuanto me vio; con brusquedad me arrastró del brazo, seguido de un buen zape en la nuca, sazonado con un severo sermón como no tienen idea, de no ser por él, quizás ése gigantesco ser me hubiera visto y quien sabe que me habría pasado.

Después de esa experiencia, mi padre de mala gana me dejaría volver a acompañarlo a sus futuras expediciones, y es que ante mi incesante e intensa insistencia se vio obligado a ceder.

Por alguna razón estás criaturas picaban mi curiosidad, llegué a pensar... de que "talvez no eran tan malos como creíamos y la razón para temerles se debía solamente a su gran tamaño..." eso hasta que un día, por su culpa, perdí a mis padres.

Regresaba a la madriguera, después de otro arduo día de "explorar", estaba muy emocionada porque había encontrado una casa de ingens populi totalmente abandonada y por su estado demacrado, parecía que ya no la volverán a usar, era perfecta para nosotros, al fin dejaríamos de vivir en esa estrecha y húmeda madriguera, para tener un lugar más espacio en donde habitar, pero todo daría un giro de ciento ochenta grados, puesto que al llegar a casa... cual seria mi sorpresa, que encontrar a muchos ingens populi al rededor de nuestro hogar, tenían unas cajas extrañas en sus espaldas que se conectaban a unos aparatos de punta de acero alargada y que al ser operados por estos seres, exhalaban un espeso humo que se esparcia por todas partes, mi desesperación llegó a mayores cuando el humo me alcanzó, haciéndome saber que era tóxico. Me impedía respirar obligándome a retroceder, solo podía rogar porque mis padres no estuviesen en casa y cuando los ingens populi se fueron, corrí lo más rápido que pude a buscarlos, pero aún el humo no se había disipado por completo provocandome fuertes mareos y jaqueca que me dificultaban avanzar. 

Segundo a segundo mi angustia crecía; comencé a toser y con esfuerzo me mantenía en pie; entré a la madriguera y vi a mis padres tirados en el piso... me acerqué a ellos lentamente, con esperanzas de sacarlos de ahí con vida, pero ya era demasiado tarde, apenas pude salir y no regresé hasta el anochecer, ya cuando aquel humo letal se había disipado por completo.

Estaba devastada, airada y el odio me abrumaba, las lagrimas se me salían de la impotencia; grite con toda mi furia ¡¡¡no les hicimos nada!!!... ¿¡¡por qué nos hicieron esto, por qué... por que nos atacaron!!? Y los pensamientos con esas frases retumbaban en mi cabeza, una y otra vez... ¡y ni siquiera pude despedirme! miré sus rostros por una última vez deseando con fuerza que esto fuese solo un mal sueño y poder una vez más despertar mañana en mi cama junto a su confort, pero ya no sería así, con todo el dolor de mi alma los despedí como era debido, envolví sus cuerpos en mantas y los enterré cerca de nuestro hogar, así lo hubiesen querido. Esa noche no pude conciliar el sueño, tenía pesadillas vividas, en las que revivía sus muertes que me recriminaban el no haber podido hacer algo al respecto.

Me mudé a la casa abandonada que hallé en la colina, desde entonces pasé 4 años, años difíciles en los que tuve que ingeniármelas para sobrevivir, yo sola, pero no tuve que empezar de cero; mi padre que era muy precavido y pensaba a futuro, me había dejado escrito algunas guías para el momento en el que me tuviese que valer por mi misma.

Así se me ocurrió construir un brillante sistema a base de cuerdas y poleas, mediante las cuales hacía aparecer y desaparecer rostros aterradores de entre los agujeros en las paredes; lo cuales pinte en pedazos de madera suelta; esto me ayudaría a proteger mi nueva morada, luego se me ocurrió fabricar unos cilindros de metal en forma de cono, que ubicaría estratégicamente por cada rincón de la casa; me ayudarían a que mi voz se escuchase aterradora y amenazante, haciendo más fácil ahuyentar a cualquier fisgón.

Por 4 largos años mi plan funcionó maravillosamente, hasta que llegó ese ingens populi... un chico como de mi edad, sus vestimentas eran diferentes a la de los otros ingens populi que ya había visto; estaban en mejor estado diría yo, llevaba un rectángulo grueso en su brazo y un palo con punta en su mano, un detalle aparte de como bestia, era un poco más atractivo que los demás... fuera de eso sólo seguía siendo otro ingens populi que venía a fisgonear y que según yo, asustaría de manera exitosa.

Pequeña gran amigaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن