Llegué a casa lo más rápido que pude; sin aliento por haber corrido casi todo el camino de vuelta; entré de prisa saludando en general "Hola a todos", puesto que las ansias por saber qué o quién es ella me mantenían acelerado. Posteriormente me encerré en mi cuarto y por fin a solas lo primero que hice fue tomarme unos segundos para recobrar la compostura, ya que por los nervios estaba fuera de sitio.
Respiré profundo y con un poco más de calma dejé cuidadosamente la mochila sobre la cama... lentamente abrí el cierre, al mismo tiempo que metía mi mano para sacar delicadamente el termo... con ella en su interior.
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Cuando la vi estaba hecho bolita, asomaba su rostro al mismo instante que sacaba el termo de la mochila, y por un fugaz momento nuestras miradas se cruzaron; ante esto rápidamente escondió su cabeza entre las piernas... temblando... parecía como si estuviera a punto de llorar.
Fui por un envase de plástico más grande, y lo que pude conseguir fue un tarro transparente de 30cm de altura; al que agujereé en los costados usando un taladro pequeño; agujeros lo suficientemente anchos para meter comida, pero no para que pudiese escapar.
Cambiarla de envase fue difícil; ya que al más mínimo toque se retorcía con la intención de liberarse, pero después de unos cuantos intentos logré mi cometido.
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Ya en el tarro pude contemplarla mejor... y aunque fuesen un par de segundos, sólo eso bastó para que quedase cautivado por su presencia. La pequeña chica era muy hermosa, aunque desalineada; uno no podía evitar enamorarse de ella y más aún cuando ese tamaño la dota de cierto encanto enternecedor, de los que te provocarían ganas de apapacharla y llenarla de besos, pero... por como se estaba dando la situación... eso no sería algo que le sentase muy bien, pues el solo hecho de mirarla la ponía más ansiosa, siendo esto más notorio por la manera en como abrazaba sus piernas; con tanta fuerza y con el rostro sollozante enterrado entre ellas.
Elvis: ¿Oye... ? No... no te haré daño, no llores... 😕
Sin cambiar de posición empezó a emitir quejidos en voz baja; fue entonces que decidí llamar su atención picandola suavemente con un lápiz a través de los agujeros... no fue una buena idea, pues solo terminé colmandole la paciencia, hasta que al final reaccionó con rabia empujando ferozmente el lápiz para después voltearse y firmemente decir...
