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La campana suena, anunciando así la llegada de un nuevo cliente. El empleado castaño levanta la vista de su manual del suicidio y visualiza a un hombre de cabellera rojiza y ojos azules. Un cliente habitual. Cada mañana viene y Dazai se cuestiona si en verdad el café que venden es tan bueno como para que aquel sujeto regrese todos los días; a su parecer, el café es terrible. Qué más da, lo importante es vender.

"¡Nakahara, buen día!" Saluda el castaño con la típica sonrisa falsa que utiliza para los clientes.

El nombrado sonríe ligeramente al mismo tiempo que se acerca hacia el vendado para solicitar su alimento.

"Buen día, Dazai. Un latte, por favor." Habla con aquel tono tan amable y suave que las personas suelen adorar apenas le oyen.

Ninguno de los dos utiliza honoríficos porque en los seis meses que el pelirrojo ha visitado aquel establecimiento, han tenido algunas charlas casuales y de alguna manera se tienen algo de confianza.

"Un latte a la orden, puedes tomar asiento y en un momento te lo llevo." Servicial como siempre, Osamu se dispone a realizar su trabajo. Chuuya por su parte hace caso a las palabras y se dirige al sitio que suele ocupar, una esquina con una gran ventana que permite apreciar el mundo exterior.

Una vez que se ha acomodado en el suave asiento, de su vieja mochila color verde militar saca una agenda desgastada y un bolígrafo. Entonces, comienza a escribir.

Golpetea con sus delgados dedos la superficie de madera cuando no encuentra las palabras adecuadas y le dedica una mirada cada tanto al hombre vendado. Es inevitable para el de iris azules sonreír cuando ve al contrario tan absorto en su deber, llenando una taza con café y enfocándose después en la decoración.

Nakahara detiene el movimiento de sus dígitos, recobra el semblante apacible y escribe en aquellas blancas hojas. Las palabras fluyen sin ningún problema.

Tras el mostrador, Dazai mira de reojo a su cliente, quien está ensimismado. Se pregunta qué es lo que escribe. Todos los días viene a la misma hora, ordena alguna bebida, toma asiento y se dispone a llenar aquella agenda. Muchas veces el castaño ha tratado de preguntar, mas se termina arrepintiendo al creer que podría invadir la privacidad ajena.

Suspira y regresa su atención al pedido que está realizando. Empleando una pequeña jarra de metal llena de leche, llena el envase a tres cuartos de su capacidad para que en el último cuarto disponible pueda dibujar un tulipán empleando el vertido libre.

"Aquí está tu orden, Nakahara." Comenta mientras coloca el producto en el centro de la superficie de madera, siendo cuidadoso de no derramar ni una gota sobre el escrito, aunque el contrario se encargó de apartarlo. Al terminar, le dedica una amable sonrisa. "Si necesitas algo más, puedes pedírmelo y te lo traeré."

"Gracias, Dazai." El pelirrojo corresponde la sonrisa, aunque apenas le vio acercarse, reaccionó con pánico y alejó sus objetos. Por nada del mundo ese hombre con ojos color café podía leer lo que esas páginas guardaban.

Un suave suspiro escapa de los labios del hombre con sombrero. Ahora mira el café y no puede evitar sonreír como tonto enamorado.

Le gusta ir a esa cafetería porque en ella encuentra buena comida, paz y... Amor. Sí, amor.

Es estúpido, es consciente de ello, mas desde el primer momento en que vio a Osamu tuvo un fuerte flechazo por él. La razón por la que cada día vuelve es porque sólo ahí puede ver a su musa.

Nakahara Chuuya estudia Lengua y Literatura. Su mayor sueño es algún día escribir un poemario completo y hace algunos meses encontró la inspiración en persona.

Cada letra que realiza con la punta del bolígrafo es gracias a Dazai. Ese sujeto cubierto de vendas le llena el alma de emociones que puede plasmar sobre papel.

Da un sorbo a su latte, de reojo ve qué hace el empleado. Está apoyado sobre el mostrador viendo hacia una ventana. Pensando.

Su perfil es iluminado por la luz artificial, provocando que su cabello se vea de un precioso color chocolate. Es bello. Es etéreo. Es inalcanzable. Es lo más hermoso que los ojos de Nakahara han podido admirar en sus ventidós años de existencia.

Asimismo, Dazai transmite soledad. Tristeza. Inseguridad. Desesperanza. Cansancio.

Por ello es la musa perfecta para un poeta trágico como el pelirrojo, quien se especializa en temas un tanto oscuros. Tras haber admirado la apariencia impropia, inhala profundo y observa su taza de café. Éste le transmite calidez, cariño e incluso le hace sentir como en casa.

Visitar esa cafetería le llena de una variedad interesante de sentimientos.

Tomando un profundo respiro, vuelve a dirigir su vista hacia sus escritos y se muerde el labio inferior. Si se compara lo que tiene delante con lo que escribió hace un año, esto definitivamente es mucho mejor.

Dazai Osamu es una perfecta fuente de ideas.

Ojalá lo supiera.

Tal vez si fuera consciente de que es importante para alguien en éste mundo, no estaría con esa expresión tan melancólica y con una mirada vacía. Pobre hombre.

El tiempo transcurre para ambos de forma lenta, aunque no les molesta. Uno bebe y escribe, el otro observa la nada divagando en sus pensamientos, sin percatarse jamás de las miradas furtivas del cliente, cada tanto atendiendo a los clientes que ingresan por una bebida para llevar, limpiando y acomodando los distintos utensilios a su disposición.

Esa es la rutina que viven desde hace seis meses y a la cual le han cogido cierto cariño si son sinceros. No comparten muchas palabras, mas el estar en el mismo sitio a ambos les da una pizca de tranquilidad que no sabrían explicar con palabras.

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Hi, i'm back!
¿Qué se debe decir cuando regresas...? Tengo nervios, no sé. Me fui hace cinco meses y uh. Extrañaba mucho Wattpad.
¡Espero contar con su apoyo!

Temor [SOUKOKU]Where stories live. Discover now