Vengan pequeños.

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Winifred tomó su escoba y elevó vuelo hacia el centro de Salem, seguida de cerca por sus hermanas. Pero a mitad de camino se detuvo.

---¿Qué ocurre hermana? ---preguntó Mary, rodeándola.

Winifred guardó silencio mientras recordaba una visión que había tenido de pequeña, cuando aquel lobo asqueroso las encontró en la cripta, luego de haber destrozado a su madre. Los aldeanos de Ipswich, el pueblo vecino a Salem, acordaban quemarlas en una hoguera. Aún podía sentir el fuego abrazando su cuerpo y ver con claridad como sus hermanitas se quemaban, mientras esos malditos de Ipswich celebraban su victoria.

Todo había sido tan real que Winifred jamás logró olvidarlo.

--- Iniciaremos con los niños de Ipswick ---afirmó a sus hermanas ---. Esos malditos pagarán por no ayudarnos.

---Pero...Wini... ---agregó Mary ---, creí que el maestro...

---Él dijo que atrajeramos a la mayor cantidad de niños posible a su muerte ---afirmó Winifred ----, pero no dijo que tuvieran que ser de Salem específicamente

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---Él dijo que atrajeramos a la mayor cantidad de niños posible a su muerte ---afirmó Winifred ----, pero no dijo que tuvieran que ser de Salem específicamente. Ya nos ocuparemos de esas pequeñas ratas más adelante. Morir es demasiado sencillo para ellos. Quiero matarlos lentamente... tenerlos en mi poder... ver sus caritas de terror cuando meta mi mano en su pecho y les arranque el corazón igual que lo hice con esa vieja. Por el momento, quiero a los mocosos de Ipswick muertos. ¡Usa tu obsequio, Sarah! ¡Llena el aire con tu voz! ¡Trae a esos rapaces hacia su muerte!

Sarah deseaba obedecer, pero no sabía como utilizar aquel canto maligno que el maestro del mal le había obsequiado

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Sarah deseaba obedecer, pero no sabía como utilizar aquel canto maligno que el maestro del mal le había obsequiado. No era igual que pasar las hojas de un libro o elevar la nariz para percibir olores. La sirena siniestra dentro de ella necesitaba cantar y Sarah no había escuchado canciones jamás. No había una sola melodía que pudiese recordar.

De pronto llegó a su mente algo similar, un cántico que su madre les recitaba cada vez iban a dormir. No era en sí mismo una canción, sino un poema que había pasado de generación en generación dentro de la familia Allister.

"Ven, mi pequeña, te voy a llevar hacia una tierra encantada. Ven, mi pequeña, vamos a jugar aquí, en mi jardín de magia".

Sarah no había pensado en él desde aquellos días en que, hambrienta y con frío, colocaba la cabeza en el regazo de su madre para escuchar aquel cántico hasta que quedaba dormida en el interior de aquella cripta.

Hocus Pocus. El origen de las brujasМесто, где живут истории. Откройте их для себя