11. Una bendición no solicitada.

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Diecinueve años después de la muerte de Shi Qing Xuan.

La época del año en la que se formaban los huracanes aún estaba lejos, faltaban por lo menos tres meses para eso y sin embargo nubes de tormenta amenazaban con mantener a la tripulación de la nave toda la noche en vela.

He Xuan paso su antebrazo sobre  la superficie de papel. Revisaba a conciencia el mapa cartógrafico y utilizando una calamita trazaba el camino más seguro entre aquellas corrientes marinas.

El barco entero crujía conforme avanzaba por las embravecidas aguas.

— Parece que va a haber una gran tormenta, — dijo uno de los tripulantes.

Los ojos de He Xuan hicieron contacto con el Primer Oficial. En realidad era extraño que en aquella época del año hubiera tormentas.

El barco viró para no entrar de lleno a la tormenta. El Capitán buscaba rodear aquel aguacero, aunque eso se tradujera en un retraso significativo.

He Xuan salió a cubierta, revisó el horizonte. Había crecido tanto que, de aquel jovencito tímido que alguna vez fue, solo quedaban esos hermosos ojos que tanto llamaban la atención de propios y ajenos.

La brisa llevo hasta él el sabor de las olas que se estrellaba en el casco. El joven busco en el cielo algún indicio de que la tormenta en ciernes estuviera pronta a amainar, pero él silbido del viento le hablaba de lo contrario.

Las olas que en su momento habían sido tranquilas habían alcanzado alturas peligrosas y comenzaron a mover el casco con más fuerza cada vez.

El joven regreso a la cabina. Amaba el mar, el tono cambiante de un azul a un verde le recordaban los cautivadores ojos de un viejo amor. Pero cuando esa novia caprichosa se encontraba de malas prefería mantenerse bajo cubierta.

El viento cada vez fue más violento, y de a poco la embarcación fue arrastrada hacia la tormenta. En ocasiones como aquella la vida te enfrenta con tu inevitable destino.

He Xuan intento ubicar el mapa a la embarcación que parecía estar sin timón a la deriva pero con tan pocos datos y tanto movimiento le resultó una tarea imposible.

— Hace un rato estábamos demasiado cerca de los escollos del cinturón de fuego, necesito saber dónde estamos, voy a salir, — dijo He Xuan antes de desaparecer por la puerta.

Subió hasta el puente del barco. He Xuan había caminado poco menos de veinte pasos y ya se encontraba empapado asta los huesos. Nunca en sus veinte años arriba de un barco había visto una tormenta como aquella. Pronto cuatro columnas de agua se elevaron hasta los cielos, aquel fenómeno natural era conocido como tromba.

— Capitán es imposible mantener el timón en curso, — dijo el timonel.

La luz de un relámpago iluminó los cielos, y la lluvia con su sinfonía anuncio que ya estaban en los dominios del Dios del desastre. Los marinos corrían de un lado al otro dentro del casco atando y desatando cosas.

El capitán daba las órdenes a todo pulmón. El agua azotaba la cubierta. Y el desastre se inclinaba sobre el barco.

— ¡LOS DIOSES ESTÁN MOLESTOS! — gritó un marino.

Una oscura mancha se formó en las aguas oceánicas. — Abandonen el barco, — gritó el Capitán. He Xuan corrió hasta los botes salvavidas. Y junto a otros hombres ayudo a otros a abordar. Uno a uno fueron desendiendo los barcos. El agua seguía golpeando a los hombres, ya no podían saber si eran las olas del mar o la lluvia lo que caía en sus aterrorizados rostros.

Las plegarias se escuchaban aquí y allá, todos rezando al Dios de su devoción. He Xuan dejo escapar una risa involuntaria. «Los Dioses deben estar ocupados.»

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⏰ Last updated: Aug 30, 2021 ⏰

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La Verdadera Línea Del Destino. Where stories live. Discover now