Capítulo 12

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NARRACIÓN DEL AUTOR.

—Oh, querida Jane, ¿qué debo hacer contigo? Eres tan dulce. Tan dulce y limpia que quiero ensuciarte. Y me divertiré mucho haciéndolo —susurra juguetonamente, coge el cojín que cubre su pecho y lo arroja al suelo.

Ella trata de cubrirse con sus brazos, pero sus hermosos senos en forma de lágrima son muy difíciles de cubrir.

A él no le molesta que sus manos la cubran, sino que su acto está haciendo que sus senos se abulten aún más. Rasga la parte del vestido que le queda bueno para sacarla de él. Y a ella el sonido de su vestido desgarrado sin piedad la hace estremecer, pero a él no parece importarle.

Alex tira las inútiles piezas de tela a un lado. Su sujetador que ya está roto y atrapado en algún lugar entre sus manos es quitado por él sin esfuerzo. Esto hace que Jane abra mucho sus ojos. Pero él no la mira a los ojos. Porque para él hay mucho más que ver.

Él levanta su cintura para quitarle las bragas, y al alcanzar con sus dedos la pretina, sus ojos se enfocan en que su piel se revela poco a poco.

La respiración de Jane se vuelve errática nuevamente cuando ve a esta persona obtener la última pizca de su dignidad. Se abraza aún más fuerte. Nunca en toda su vida, se sintió tan indefensa como ahora. Ella está dividida entre el miedo, la ira y el deseo.

En el momento en que le pone las bragas justo sobre sus rodillas, se detiene. Y mirando sus pliegues más privados, inhala profundamente. Luego deleita sus ojos en su perfecto culo redondo y su pulido monte de venus.

A Jane, su mirada hambrienta la hace cambiar de lugar. Ella trata de mirar hacia otro lado. Intenta mirar a cualquier lado menos a él. Pero no puede.

—Mira lo que tenemos aquí. Estás tan gordita y resbaladiza acá abajo —dice Alex con una sonrisa diabólica sin apartar la mirada de su entrepierna. En el momento en que la vio en el club no supo qué iba a tener tanta suerte.

Ella se estremece y lo mira sorprendida. La forma en que él la mira la hace sentir como un pedazo de carne sin valor. Poco después, el pasa su dedo medio sobre su feminidad. Comenzando desde su clítoris para detenerse en su profundo agujero. Nuevamente sin romper su mirada, golpea allí mientras dice: —No puedo esperar para ver cómo se verá después de que entre miles de veces y se hinche —dice como si estuviera hablando de algo tan importante.

Ella cierra los ojos con fuerza mientras entierra la cara en su hombro. La severidad de sus ojos se apodera de ella cuando una lágrima sale de sus ojos. Lágrimas que no se da cuenta hasta que un fuerte gemido salta su garganta.

Él la mira confundido y extiende la mano para limpiar su lágrima, pero ella se estremece, envolviendo sus piernas contra su pecho y aparta esa mano de su piel.

—No te atrevas a tocarme —dice entre sollozos. Y comienza a llorar más audiblemente.

Él sonríe. Ella solo puede detener su mano para que deje de tocar.

—Oh, querida Jane. Estás llorando diciéndome que te deje ir, pero tu pequeño coño está llorando por mi polla. ¿A quién crees que voy a escuchar? —inquiere dramáticamente mientras toca ligeramente su mejilla.

Avergonzada, se lleva una mano a la boca para contener los gemidos.

—Además, solo estoy tomando lo que es mío en este momento. ¿Cómo es que dicen?... Consumación del matrimonio —dice mientras se levanta del sofá. Aún con su bata. Luego tira de ella, del brazo que le cubría la boca hace un momento, para que se levante.

Ella no estaba lista para el repentino movimiento. La mitad de su cuerpo se levanta mientras sus piernas se tambalean y no puede soportar el peso. Está a punto de caerse cuando él fortalece el agarre de su brazo y la salva de caer. Ella no se cae pero su cabeza se estrella contra su hombro. Mientras tanto, su moño ya despeinado le deja caer el pelo por completo.

Él no espera a que ella se acomode, sino que comienza a arrastrarla a la cama. Él solo da dos pasos cuando ella vuelve a tambalearse.

La mira con frustración, pero cuando mira sus piernas encuentra la razón. Sus bragas todavía están encima de sus rodillas, lo que le dificultaba caminar. Así que suelta una carcajada.

— ¿Estamos olvidando algo? —inquiere mirando su estado miserable.

Luego se vuelve para mirarla por completo. Dejando su brazo libre para sostener su cara cuidadosamente en sus manos. Y ella otra vez aprovecha la oportunidad para cubrirse con una mano en los senos y la otra en la entrepierna.

Jane, ahora tiene hipo, lágrimas frescas en la cara, la nariz roja y los labios temblando. Él le hace levantar la cara para que lo mire, pero ella se niega a levantar los ojos. Debido a esto la mano izquierda de Alex traza el hueco de su cuello y acaricia la piel que tiene tantas pequeñas marcas rojas de su mordisco.

Ella se estremece de miedo cuando su mano se detiene justo por encima de ese feo mordisco. Al mismo tiempo, él nota su cabello extremadamente largo y sedoso con ondas naturales; su primer pensamiento es: los voy a tirar con fuerza mientras la llevo por la espalda.

Poco sabía él, pues, aunque sus cabellos son suaves como la seda, la razón por la que son largos es porque no se lo ha cortado en los últimos dos años. Y aun menos sabía que estaba rompiendo a alguien que ya está destrozada emocionalmente.

—Te lo dije, a diferencia de ti es la primera vez que me caso. Deberías haberme dicho que nos falta parte de la cargada de la novia—dice.

Esto la hace mirarlo con total incredulidad.

En el momento siguiente, él se inclina y la lleva estilo nupcial. La lleva como si no pasara nada. Y sus largos cabellos se mecen libremente.

Alex no camina, sino que la mira por un momento. El único problema para él es que sus ojos todavía están cerrados y sus manos aún cubren y ocultan sus partes femeninas. Y aunque no es algo que no pueda entender, lo frustra, porque está cansado de trabajar en todas las cosas solo. Ella no está siendo receptiva o cooperativa en nada. Y ella no sabe que él que odia trabajar duro por algo.

Él resopla con frustración y luego finge casi dejarla caer. Con esto, en reflejo, ella rodea su cuello con sus brazos en un intento por salvarse de caer.

Ella se aferra a él por su querida vida. Su rostro se entierra en su hombro, su cuerpo presiona contra su duro y musculoso pecho. Y antes de que pueda procesar cualquier cosa y antes de que pueda decirse a sí misma lo que está bien o mal, sus pezones se ponen duros, su cuerpo se retuerce y una gran ola de deseo la toma por sorpresa, sacudiéndola tan hasta el centro que ella tiembla en sus brazos mordiéndose el labio inferior.

Un segundo después, gira la cara para mirarlo y en el momento en que encuentra sus ojos con los de él, se le corta la respiración y su estómago se encoge de miedo.


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