36 | han jisung

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Se levantó cuando sintió unas manos zarandearlo suavemente. Lo que más deseaba era encontrarse con el rostro adormilado de Minho y sus labios hechos un piquito, pidiéndole un besito de buenos días. Sin embargo, se encontró con el rostro de la madre de Minho y una mueca compasiva, ligeramente triste. 

—Hannie, buenos días. Tengo que salir a ver a mi mamá un rato, ¿podrías cuidar a Taewoo? Minho no quiere levantarse.

Jisung refregó sus ojitos con sus puños y se levantó; dormir en el sillón era bastante incómodo y ahora su espalda dolía casi tanto como su cuello. 

—Sí, no hay problema. ¿Usted desayunó o quiere que le prepare algo para el camino?

La mujer sonrió débilmente y negó con la cabeza. Acarició el cabello de Jisung con cariño, casi como si se tratase de su propio hijo. 

—¿Ayer pelearon con Minho?

Han asintió, sintiendo como el peso de las palabras de su dulce y pequeño novio caían sobre él de repente. Sus labios se abultaron en un puchero y sus ojitos marrones comenzaron a picar.

—¿Querés llorar, Hannie? —preguntó la mujer, peinándolo despacito.

Jisung volvió a asentir y la madre de Minho lo abrazó, acariciando su espalda mientras sentía los espasmos del cuerpo entre sus brazos y los quejidos de Jisung. El chico lloraba y abrazaba a la mujer, notándose la falta de contención que sufría.

—Él tiene tanta suerte de tenerte, Sung. Minho te ama muchísimo, aunque a veces no lo parezca o no sepa como demostrarlo.

Jisung jadeó, sintiéndose aún más triste. No quiso retener mucho más a la madre de Minho, por lo que dejó de llorar forzadamente y se separó del abrazo, sonriéndole levemente.

—¿Por qué no vas a hablar con él? Aprovechá que Taewoo duerme e intenten arreglar las cosas, ¿si? —Jisung asintió y la mujer se levantó— Bien, entonces me voy. Si te llega a doler la cabeza por llorar, hay pastillas en el cajón del baño. 

—Gracias. Viaje con cuidado. 

La mujer se fue y la casa se sumió en un profundo silencio. Jisung suspiró profundo y se recostó sobre el sillón, secándose las lágrimas que habían caído por sus mejillas momentos antes. Quiso sentarse allí hasta que la tristeza lo consumiese, pero se dignó a levantarse a preparar el desayuno para Taewoo y Minho. 

Cocinó tortitas de fresa y de banana, decorándolas con azúcas impalpable y miel. Preparó, también, jugo de naranja para Taewoo, café para Minho y una chocolatada para él; sin embargo, sabía que no le quedaría tan rica como a Minho. Apenas había terminado de armar el desayuno cuando oyó la voz de Taewoo llamando a su madre, por lo que acomodó las cosas rápidamente y se dirigió a la habitación del menor. 

—Hola, Woo. Preparé el desayuno —explicó sentándose junto al niño y acariciando sus cabellos—. ¿Querés que nos cambiemos y bajamos a comer?

El pequeño castaño asintió con los ojitos aún cerrados.

—¿Dónde está mami?

—Fue a visitar a tu abuela. 

—¿Y Minho?

—Todavía duerme, ¿querés despertarlo para que desayune con vos también?

El niño volvió a asentir y dejó que Jisung le coloque las zapatillas, para luego ir en busca de su hermano mayor. 

Han colocó los platos en su lugar y cortó de la puerta de entrada una pequeña flor que estaba próxima a marchitar. La colocó en un vaso con agua y la usó como centro de mesa. Taewoo apareció con un puchero y se sentó frente al plato que Jisung había puesto para él.

—¿Qué paso, cosita?

—Minho me gritó, y lloró. Dijo que no va a venir, que quiere estar solo.

Jisung suspiró pesado y dejó la cocina, rumbo a la habitación del mayor. 

Golpeó la puerta de madera con sus nudillos, no muy fuerte. Sin embargo, como no recibió respuesta decidió entrar sin más. Minho era su novio, lo conocía de todas las formas posibles y ya había visto cada parte de él.

Sin embargo, encontrarse a Minho llorando como si sus ojitos fueran dos grifos de agua mientras abrazaba su peluche rosado, le rompió el corazón. Jisung corrió hasta la bolita que era Minho entre todas las mantas y se sentó a su lado, envolviéndolo entre sus brazos y pegándolo a su pecho.

Minho se movió para zafarse de los brazos de Jisung, no quería que lo vea así; no quería que lo viera.

—Príncipe, amor. ¿Qué pasa?

El llanto intenso y lleno de dolor de Minho no lo dejaba pensar bien. Además, la forma en la que intentaba zafarse de sus brazos se llevaba toda su fuerza y no podía ocuparse en acariciar, mimar y besar a Minho.

—Minho, basta. 

El mayor clavó sus ojos llorosos en él y se quedó quieto.

—Basta, bebé. Vas a lastimarte —murmuró acariciando su mejilla y parte de su cabello, acunándolo como si de un niño pequeño se tratase. 

—No merezco esto, Sungie. 

Jisung tembló.

—No merezco que me quieras de la forma en que lo haces. No soy nada y perderme no significaría nada para nadie. No soy suficiente para vos y nunca podría serlo; me enojé por cosas estúpidas y te alejé de mí por eso. No soy un buen novio. 

Jisung tomó con fuerza el rostro del pequeño castaño, obligándolo a mirarlo fijamente. Aunque el movimiento fue brusco, no lastimó a Minho, sino que le ofreció una mirada rota y fría.

—Ahora mismo lo único que quiero es verte con esa sonrisa dulce que siempre tenés, ¿si? Quiero dormir con vos y mostrarte todo el tiempo cuanto te amo. Sos la persona más importante en mi vida y ¿vos decís que no sos suficiente? Minho, te mereces el cielo y todas las estrellas; sos lo único que me motiva a seguir e intentar, ¿no es eso ser demasiado? 

Minho tardó en responder, pero luego de un tiempo, movió su cabeza hacia ambos lados.

—¿No? Sos mi príncipe precioso y chiquito, y para mí, vales el mundo entero y voy a cuidarte hasta que sea un viejito incapaz de respirar por su cuenta.

 Minho rió bajito.

—¿Tanto tiempo vamos a estar juntos? 

—Si fuese por mí, esta vida y todas las que siguen estaría junto a vos.

Minho sonrió y junto sus labios con los de Jisung, besándolos suavemente, transmitiéndole todo el amor que tenía guardado en su interior.

—Te amo.



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