Shi-san (Fernanda Díaz)

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Capítulo 1


Quien reta a la muerte, nunca sale con vida.

Era una de esas numerosas frases que le decía su abuelo, en aquellos momentos donde se dedicaba a contarles fantásticas historias de guerra, de su pasado o el periodo EDO. Pero en ese momento de su vida, podía pensar que funcionaba para toda clase de momentos; como el que podía suceder aquella noche si el orgullo no se apartaba de su lado.

Su corazón ya daba las advertencias de un peligro cercano, mientras que sus oscuros ojos admiraban con duda el viejo edificio que, desde hacía muchas décadas, había sido deshabitado. Sus pasos eran lentos y cuidadosos, como si temiese que las secas ramas del suelo fueran las manos de los muertos que esperaban ansiosos por tomarla de los pies.

La luna era su única luz en medio de la noche, siendo tan cruel con ella como para darle a los marchitos cerezos del lugar un aspecto malévolo y tétrico. Las nubes la cubrían y luego de tardíos minutos volvía a reinar a la noche... Asahi llegaba a creer que el viento le estaba advirtiendo sobre el error que estaba por cometer. Pero era muy joven para tener raciocinio de lo que hacía, teniendo en mente el contarle a sus compañeras de clase la experiencia que había vivido luego de invocar el espíritu de aquel ser innombrable... en aquel antiguo edificio donde la historia más morbosa, y enferma, se había formado y expandido.

Irónicamente recordaba que había sido su abuelo el que le había contado la historia, sobre una bella mujer tan loca y enferma como para coleccionar cabezas humanas, las cuales les traía su esposo para mantenerla muy feliz. Cabezas de las familias más adineradas de aquel tiempo, como si fuesen joyas preciosas de gran valor... recordarlo solo le traía un mal escalofrío.

Tragó en seco ante el tétrico silencio de la noche, y se detuvo en frente de la entrada cuyas puertas rotas parecían darle la bienvenida. La oscuridad que rondaba en su interior parecía ser inmune a todo haz de luz que lo atravesara, como gigantes del infierno que sonreían gustoso ante la caída de su nueva víctima. Bendecida mente suya, que le hacía imaginar los peores horrores que se podían vivir al internarse en un lugar como ese... pero no pensaba dar marcha atrás; no mientras que las velas y el libro en sus manos le recordaran que tenía una misión que cumplir. Y un valor que demostrar.

—Yo puedo. No pasará nada, es solo un juego y me voy —se dijo a sí misma, mientras las ramas de los muertos árboles le susurraban todo lo contrario.

Su orgullo parecía aferrarse más a ella. Y los habitantes de la abandonada casa parecían estar a gusto con eso, cuando cientos de búhos volaron como escapando de lo que simples ojos no podían ver.

Casi se orinaba encima ante el revoloteo de los pájaros, pero tomó aire, sacó su teléfono y con pasos contra el mundo, se adentró en aquella boca de lobo dispuesta a ser tragada de un mordisco.

La hora del Terror 4Where stories live. Discover now