El escritor maldito (Lana Oros .)

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EL SACO

Satanás se regocija — cuando soy malo,

y espera que yo — con él me hunda.

En el fuego y las cadenas — y las horribles penas.

Poema infantil victoriano, 1856.

Mónica azota la puerta del carro al cerrarla. Mira el edificio y recuerda que se convirtió en periodista con el fin de buscar verdades que nadie quiere encontrar. No para publicar notas amarillistas acerca de sociópatas extranjeros.

—¡Oigan! —pregunta Rodríguez—, no les parece raro que, si el tipo le temía tanto al número cuatro, ¿haya escondido el saco precisamente en el piso cuatro?

—Debió costarle mucho —responde Méndez—, pero tenía que seguir la novela.

—Y si tenía un cómplice —agrega Mónica.

—Ah sí, la esposa, ¿se acuerdan? —Se burla Rodríguez.

—Me refiero a alguien que no sea japonés. —Sus compañeros la miran incrédulos.

●♤*♤*♤●

El largo pasillo es alumbrado por la linterna de Méndez y, el techo, por una bombilla que prende y apaga; a su alrededor, las polillas revolotean embelesadas a manera de ritual. El círculo de luz descubre la puerta que buscan. Los tres avanzan más rápido. Méndez observa el número en el centro del foco mientras se acerca. Mónica camina rezagada detrás de Rodríguez: El goteo continuo que se escurre en distintos rincones del techo de madera vieja, la inquietan. Las grietas y el moho en las paredes, le parecen figuras de personas, personas atrapadas. «Tienen caras», se dice. Ve como ojos y bocas los pequeños espacios dentro de esas manchas.

La hora del Terror 4Where stories live. Discover now