Tsukumogami (Cristhoffer Garcia)

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Capítulo I

Al observar a la pequeña e indefensa Mei descender del taxi, Kiyoshi Yahara se arrepintió de convertirla en la próxima víctima de su maldición.

El bullicio de la concurrida avenida Kokusaidori se filtraba por las calles aledañas en un caudal de voces desordenadas. Habían fijado el encuentro a la entrada del bar de su familia, el popular "4men Okinawa", sin embargo Kiyoshi se encontraba al otro lado de la calle, fumando como un poseso.

Dio una profunda calada al cigarrillo y movido por la costumbre deslizo su mano en busca del nefasto tantō, sin encontrarlo.

—¡Maldición! —murmuró lanzando el cigarrillo al suelo y pisándolo con furia. Tener el tantō cerca le trasmitía seguridad, pero desde el día que salió de prisión no sabía dónde estaba.

Después de cuatro años entre rejas, lo último que deseaba era regresar al lugar dónde todo comenzó. Cruzó la calle atenazado por el miedo y éste no le abandonaría, nunca lo hacía.

Konbanwa, Takada-san —saludó con una inclinación.

—¡Kiyoshi-kum! —exclamó sorprendida—. ¿Cómo estás? Te he pedido que dejemos las formalidades de lado, ¿recuerdas? Puedes llamarme Mei.

Kiyoshi sonrió agradecido y sin pensarlo volvió a inclinar la cabeza en señal de respeto, arrancándole una risita infantil a la chica.

—Bien, vinimos en busca de respuestas, ¿verdad? Entiendo que pueden ser decepcionantes, por lo que debes mantenerte tranquilo y ser paciente —le recordó Mei—. ¿Estás preparado?


Kiyoshi asintió nervioso. Ella le colocó la mano en la espalda y con un ligero empujón le impulsó a entrar al lugar que años atrás consideraba su hogar y dónde su desgraciada alma se enredó en los asuntos de la muerte.

Abril de 2016, Bar 4men Okinawa.

Fue una noche de poca afluencia en el bar, al menos así lo recordaba Kiyoshi. El reloj de pared marcaba las 3:59 am cuando por fin terminó de recoger las mesas, luego limpiaría el suelo para dar por concluida la jornada.

—¡Apresúrate Kiyoshi! —le gritó su mejor amigo Akira desde la mesa de pool al fondo del local y en mofa agregó—. ¡Quiero desplumar las carteras de estos gringos!

—Si alguien me ayudara ya habría terminado —bufó irónico moviendo urgido las sillas.

—Tiene razón —le apoyó Carl dejando la cerveza a un lado y levantándose con premura—. Pero ya va... yo no trabajo aquí. Así que te toca, Akira-kum —dijo entre risas volviendo a sentarse y arrancándole una sonora carcajada a J.J.

—Vale, vale, iré yo, pero ni se les ocurra mover ninguna bola de sitio o ya verán —amenazó Akira mirándoles con saña.

Kiyoshi observó de reojo como J.J. aprovechaba el descuido de su nakama para mover las esferas a su favor y contuvo las risas.

La hora del Terror 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora