Capítulo 13: Avada Kedavra

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Aeren y Cedric se alejaron lentamente mientras le hacían una señal a su amigo para que hiciera lo mismo, pero este no se movió del sitio. Justo en ese instante Colagusano se acercó con una risa estridente hacia Harry.

- Señor, ya casi todo está listo y todo volverá a ser como antes – soltó una carcajada siniestra y volvió hacia el caldero.

- Aeren, deberíamos tocar la copa y volver – dijo Cedric susurrándole al oído preocupado.

Colagusano se acercó al Hufflepuff y dijo:

- ¿Acaso te crees que vas a ir a algún sitio, mocoso? – le apuntó con su varita y dijo - ¡Desmaius! – el chico calló al suelo.

Aeren, que estaba furiosa, le plantó cara al agresor, pero antes de que ella pudiera decir nada le dijo:

- ¿Quieres acabar igual que tu amiguito? ¿No? Pues más te vale mantener la boca cerrada.

Volvió al caldero, al parecer iba a hacer una especie de poción o algo por el estilo, los chicos no tenían ni idea de que les iba a pasar.

- Bien, solo necesito. ¡Hueso del padre! – se acercó a la tumba de la familia Riddle y se puso a desenterrar hasta que consiguió lo que buscaba, un hueso.

Mientras estaba desenterrando, Aeren pensaba una forma de salir de ahí sin que uno de ellos resultara herido, pues Colagusano era muy ingenioso y cruel, cualquier cosa que intentaran hacer para huir podría acabar con sus vidas (un Ravenclaw busca la forma de luchar en la que nadie muera, Aeren siempre pensó que, si el Sombrero Seleccionador no la hubiera puesto en Gryffindor, habría ido a Ravenclaw por su inteligencia o a Slytherin por su ambición).

- Sangre del lacayo – se levantó la manga de su camiseta y se cortó su mano, su propia mano, sin expresar ningún gesto de dolor. Los chicos se estremecieron al ver esa escena – y por último.... Sangre del enemigo.

Aeren tragó saliva, sabía que iría a por Harry, él era su enemigo. En efecto, Colagusano empezó a acercarse lentamente al castaño, con la intención de herirle para coger de su sangre. Harry dio un paso atrás, pero este fue en vano, Colagusano le cogió del brazo.

En ese momento Cedric volvió en sí, el efecto del hechizo había pasado, se levantó y cogió del cuello de la túnica que llevaba Colagusano, una túnica de color un color tostado oscuro, estaba mugrienta y rota, llena de agujeros. El señor oscuro se le calló de la única mano que le quedaba, en el suelo, un gesto de dolor se escuchó:

- Mátalo.... – una voz áspera y espeluznante surgió de entre las sábanas.

Entonces Colagusano consiguió apartarse lo suficiente del Hufflepuff y le señaló con la varita, ni dos veces se lo pensó para conjurar este hechizo:

- ¡Avada Ked...! – no pudo continuar, los chicos ya no estaban, se habían esfumado sin dejar rastro.

Mientras él conjuraba el hechizo, Aeren mandó a sus amigos cogerse de las manos, ellos le hicieron caso, ella, con su mano izquierda se unió a ellos formando así una cadena, con la mano derecha sostenía su varita (núcleo de fibra de corazón de dragón, hecha de madera de fresno y de 21 cm). Entonces en ese momento, con la varita señaló a la copa y dijo:

- ¡Accio! – la copa se elevó fue en busca de Aeren, cuando llegó a sus manos desaparecieron del cementerio, se trasladaron al lugar donde deberían haber llegado los campeones una vez tocaron la copa.

Una melodía alegre comenzó a sonar, todos lanzaban vítores y aplaudían con efusividad, Dumbledore se acercó extrañado a la chica.

- Señorita Sorma, ¿Qué hace usted aquí?

- Verá... Ahora mismo se lo explico todo.

Todo parecía haber salido a pedir de boca, todos estaban a salvo, no había ningún herido, ninguno excepto Cedric, la maldición imperdonable no había llegado a darle del todo, pero le había rozado. El chico yacía en el suelo, parecía estar.... MUERTO.

¿De verdad lo estaba? ¿Habían hecho el esfuerzo en vano?

YO SALVÉ A CEDRIC DIGGORY | ᵂᵉ ᵇᵉˡᵒⁿᵍ ᵗᵒᵍᵉᵗʰᵉʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora