Cap. 4

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-¡¿Qué?!- Hiro pegó el grito en el cielo con semejante estupidez que le había dicho su tía minutos antes. -no no no me niego a hacerlo tía Cass-

-pero entiende, Hiro es la única manera para que la cafetería no cierre sus puertas- Cass estaba sentada en el pie de la cama de su sobrino mientras que el mencionado estaba de pie con los brazos cruzados apoyado en su escritorio.

-pero ¿casarme?... soy muy joven para eso tía-

Hiro estaba entre la espada y la pared, es cierto estos últimos meses había notado como las facturas por pagar se acumulaban más y más, incluído las facturas por pagar del ITSF

-entonces no necesito ir a la universidad- eso le cayó como un balde de agua fría a Cass.

-¿Que? No puedes hacer eso Hiro estas a punto de graduarte-

-pero es la única forma de disminuir los gastos-

Cass se levantó de la cama y tomó de los brazos a Hiro mirándolo a los ojos muy seriamente.

-no lo permitiré, no permitiré que dejes tus estudios para que otra vez regreses a la pelea de robots-

-pero con eso podría ayudarte económicamente sin necesidad de casarme con un completo desconocido- Hiro estaba a poco de perder los estribos de su paciencia, era ridículo, una boda planeada en pleno siglo XXI y quería ahorrarse la humillación de sus amigos cuando se enteraran de una tontería como esta. Cass estaba furiosa no estaba dispuesta a que su sobrino, SU ÚNICO sobrino se ponga otra vez en peligro por cosas ilegales, no quería que Hiro pasara otra noche en la cárcel.

Mientras tanto en México, Puebla, Leo y su madre María hacían todo lo posible para cambiar los trámites y así heredar la panadería, el trabajo se haba duplicado desde que Nando se había ido unos días atrás. Fue un golpe muy duro cuando Leo le dió esa noticia a su madre, su hijo mayor se había marchado dejando de lado las enormes responsabilidades que les dejó a su madre, hermano y abuela. María con tantas cosas en mente se le había olvidado mencionar a su hijo sobre el acuerdo en el que había quedado con Cass, eran tantas cosas que tenía en la cabeza y eso la agotaba tanto física como mentalmente. Las noches en vela se notaban en las ojeras que tenía, en algunas ocasiones se desmayaba ya sea en la casa o donde estaba atendiendo unos asuntos. Eso le preocupaba mucho a su madre y a Kubo, pero sobre todo a su hijo que estaba pendiente de la salud de María.

Una mañana de rutina María San Juan estaba en su habitación de pie frente a la pequeña mesa que estaba a un costado de la cama, la mujer se inclinó lo suficiente para abrir uno de los cajones y tomar una caja de pastillas, abrirlas y luego tomar dos unidades en sus manos, las puso en su boca y tomó el vaso de agua que estaba encima de la mesita y las tomó al mismo tiempo, las pastillas sabían horrible, pero las necesitaba si quería estar un poco mas activa y evitar tener un desmayo.

Leo subió las escaleras en dirección a la habitación de su madre mientras revisaba unos papeles, tocó la puerta antes de entrar. María dijo con voz calmada que pasara, Leo entró a la habitación y al mirar a su madre notó que estaba más cansada de lo normal, eso no estaba nada bien. Su piel morena se hizo más pálida, sus ojos cafes brillantes ahora eran opacos y sin vida además que debajo de ellos se notaban con más notoriedad las ojeras.

-¿mamá, te sientes bien?-dijo preocupado Leo, dejó el portapapeles sobre un sillón que era el lugar que lo tenía más cerca. Se acercó a su madre con sumo cuidado por que pensaba que en cualquier momento podría perder la conciencia de lo débil que estaba.

-si hijo estoy bien- trato de sonreírle lo más tranquila que podía pero eso no quitaba el rostro de preocupación que tenia Leo.

-ven te ayudo- el moreno ayudó a su madre a que se sentara al borde de la cama, el tambien se sentó frente a su madre mirándola fijamente - te has esforzado tanto todo este tiempo que... mira como estas-

Mas allá de la muerte (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora