"𝑵𝒂𝒓𝒏𝒊𝒂 𝒚 𝑯𝒐𝒈𝒘𝒂𝒓𝒕𝒔; 𝒅𝒐𝒔 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒖𝒏 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒐"
Hermione Granger es la bruja más brillante de su edad, acostumbrada a siempre...
—¿Estamos en Narnia?—preguntó Ron con un brillo de asombro en los ojos.
—Bienvenidos—soltó una risita Lucy mientras bajaba su arco.
—¡Estamos en Narnia!—exclamó Ron curioseando a su alrededor.
En un segundo; Ginny le propició un codazo a su hermano mayor, acompañando el golpe con una evidente mueca de regaño mientras Hermione se limitaba rodar los ojos ante la actitud de Ronald Weasley.
—¿Son ustedes?—preguntó Peter frunciendo los labios, analizando a cada uno de los hechiceros.
—Somos los herederos de Merlín y...
—No les des ninguna información Harry—le interrumpió Ginny con una valiente mirada que se enfocaba directamente en los reyes—, no sin antes que todos bajen sus armas.
—Ustedes bajen las varitas primero—le contradijo Susan, tensando aún más su arco.
Edmund intercambió miradas con Hermione, el rey ya había bajado la espada pero la joven bruja se negaba a bajar la varita. Hermione pudo sentir claramente como los ojos del rey analizaban la situación para hayar la inmediata forma de detenerla pero era en vano, los demás—salvo Lucy—estaban inmersos en su orgullo y rivalidad. Nadie confiaba en nadie.
—La paciencia se me está agotando—habló de nuevo Draco, con las manos temblándole por la impotencia del desear de lanzarles el primer encantamiento—. ¡Esta vez no contaré hasta tres!.
Pero Draco sólo alcanzó a pronunciar la primera sílaba del encantamiento, pues una sabia y pacífica voz se hizo presente a unos metros de frente a ellos.
—Creo que no es necesario que nos alarmemos...
—¡Profesor Dumbledore!—exclamó al unísono el trío de oro.
—¡Aslan!—sonrió ampliamente Lucy en cuanto la melena del gran león de Narnia desteyó bajo el celeste cielo.
Sus solas presencias hicieron que todo acto de guerra se detuviera, el gran león dorado de Narnia compartió sonrisas con el gran mago de barba blanca de Hogwarts. Sonrisas tan familiares y calidas que aparentaban el paso de mil años de amistad.
Sus distinguidas figuras parecían como el caer de un rayo de sol o el iluminar de un reflector, tanto los reyes como los magos incluso pensaron que era obra de una ilusión. Pero no era así, Aslan y el director Dumbledore estaban en Narnia, frente a ellos.
