"𝑵𝒂𝒓𝒏𝒊𝒂 𝒚 𝑯𝒐𝒈𝒘𝒂𝒓𝒕𝒔; 𝒅𝒐𝒔 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒖𝒏 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒐"
Hermione Granger es la bruja más brillante de su edad, acostumbrada a siempre...
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⚜𝑺𝒐 𝑰'𝒎 𝒈𝒐𝒊𝒏𝒈 𝒕𝒐 𝒈𝒊𝒗𝒆 𝒂𝒍𝒍 𝒎𝒚 𝒔𝒆𝒄𝒓𝒆𝒕𝒔 𝒂𝒘𝒂𝒚⚜
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En cuanto las cortinas se cerraron, todas las voces y risas se callaron. El profesor Snape entró con paso firme en la sala, con la misma seriedad de siempre en el rostro.
—Vamos a la página trescientos noventa y cuatro—pronunció el profesor tras preparar la proyección del cañón para su presentación de clase.
Sin poner obstáculo alguno los alumnos abrieron sus libros, guardándose en secreto la pregunta que sólo Harry se atrevió a decir:
—Disculpe profesor, ¿y el profesor Lupin?.
—Eso no le interesa, ¿ o sí Potter?—Snape siguió caminado por el aula, ignorando tanto a Harry como al resto de miradas de los estudiantes—. Basta decir que su profesor se encuentra incapacitado para enseñarles en este momento. Vamos a la página trescientos noventa y cuatro.
De un brinco, el sueño y aburrimiento de Ron se evaporó cuando el profesor Severus hizo que su libro se abriese en la página correspondiente.
—¿Hombres lobo?—leyó extrañado Ron.
Hermione apareció justo a tiempo para abrir su libro y guardar el giratiempo por debajo de los pliegues de su túnica.
—Pero señor, apenas íbamos a ver a los Hinkypunks—expresó Hermione—. Las bestias nocturnas son después.
—Silencio—pidió el profesor sin ánimos de discutir con adolescentes.
—¿A qué hora llegó?. ¿Tú la viste?—preguntó entre susurros Ron a Harry, quien sacudió la cabeza.
Edmund Pevensie se anotó en su mente otra de las misteriosas apariciones de la inteligente bruja, tal vez nadie más podría notarlo pero él... Él claro que sabía si Hermione Granger estaba o no en la misma sala. Edmund llevaba una semana entera—desde su primer partido de quidditch—buscando una respuesta entre los libros de la biblioteca pero aún no lograba encontrar ninguna explicación, y aunque estaba sediento de curiosidad, sabía que él lucharía por ganarse la confianza de la joven bruja para que un día ella se lo confesara.
Hermione se sonrojó en cuanto Edmund la saludó con un rebelde guiñó, a lo que ella negó con la cabeza; ocultando una sonrisa.
—¿Quién sabe la diferencia entre un animago y un hombre lobo?—preguntó el profesor.
A lo que rápidamente las dos manos de siempre se levantaron en medio de la clase.
—¿Nadie?—cuestionó santurronamente el profesor sin siquiera dedicarle atención a los alumnos que deseaban participar—. Que decepcionante.
