9: De la F a la E, de la P a la O

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Todos nos quedamos paralizados por un instante, como si no pudiéramos creer lo que veían nuestros ojos. Yo sabía que algo parecido iba a suceder, pero me la estaba pasando tan bien que ya hasta se me había olvidado. La estupefacción de todos duró lo suficiente como para dejarme analizar el rostro de cada uno. La directora parecía haber visto un fantasma, los guardias que la acompañaban tenían el mismo rostro de militar. Pero Hassan, él se volteó y desapareció antes de que pudiera verlo.

-¿Quieren unirse? Hay espacio para todos -dije, exagerando una sonrisa.

-Qué decepción, muchachos -dijo uno de los guardias. Pero me enteré de que no se trataba de otro cuidador, sino del dichoso Berton. Tenía los ojos verdes, el cabello castaño y me recordaba a alguien.

-Bert, ocúpate de tus chicos -le susurró la directora al tal Berton. Luego dijo, dirigiéndose a uno de sus guardias-: Cójanla.

Los tipos se acercaron a mí y me cogieron con sus musculosos brazos. Antes de salir por la puerta, me volteé hacia mis nuevos y desnudos amigos.

-¡Aún sigue en pie! ¡No lo olviden! -les grité; y la puerta se cerró.

-¿Qué sigue en pie, Blake? -me preguntó la directora, dirigiéndome una mirada asesina.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Esa mujer iba a estar muy difícil.

-Directora, por favor. ¿Acaso en su internado no le han enseñado que no se debe husmear en asuntos ajenos?

Antes de echarme a reír, alguien tiró de mí y me encaró. Me cogió con tanta fuerza que sentí que la muñeca me ardía.

Los ojos verdes de Hassan me acusaban, y sus dientes apretados dejaba en claro la escasa paciencia que iba perdiendo gota a gota gracias a mí.

-¡Basta! ¡No vuelvas a hablarle así a mi madre, ¿me has entendido?! -me gritó, zarandeándome. En sus ojos se reflejaba la furia, tanta que pude ver cómo se formaron un par de lágrimas espesas y cargadas de enojo.

-Y mucho menos tú así a mí -mascullé entre dientes, apartando mi mano de su agarre. Sentí como si me estuviese soltando de un par de esposas hechas de cuero-. Busca tu lugar, candadito.

Él permaneció en silencio durante un segundo. La furia se esfumó de sus ojos, en cambio, se perdió en los míos.

-¿Candadito? -inquirió en un bufido impaciente.

-Sí. Que alardeas de cerrado, pero andas buscando desesperadamente quién te meta la llave. -Le di un empujón con mis manos que no lo movió ni un centímetro.

Hassan estaba a punto de replicar, cuando su madre habló, inquieta.

-Hassan, por favor, basta.

Entonces el tal Berton salió de la habitación y se unió a nosotros.

-Bert, llévate a tu hijo -le pidió la directora.

Berton miró a Hassan y, dándole unas palmaditas en la espalda, lo apartó de nosotras.

¿Hijo? Hassan era hijo de Berton. Eso significaba que él era el director. Dios mío, pobre Hassan y su destino.

La charla acabó ahí. La directora y sus lacayos me llevaron -arrastraron- fuera del internado como a una fugitiva. Lancé chistes al aire durante todo el trayecto, pero nadie se rió. Bueno, tampoco era para hacerles diversión a mis carceleros, sino para fastidiarlos, lo que parecía ir viento en popa. ¡Arriba el orgullo gay!

Entramos en la cárcel de malcriadas en silencio y subimos las escaleras. Supuse que era muy tarde para empezar a dar discursos y repartir castigos, así que me llevaron directamente a mi habitación, donde las chicas estabas murmurando entre ellas.

1. NIÑA MAL: Hecha en Las Vegas (Abi Lí) [TERMINADA]Where stories live. Discover now