24: La veintiuno

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Ya había amanecido, y todo estaba tan solitario como la noche anterior. Cuando bajé las enormes escaleras y entré en las puertas abiertas del comedor sentí que el pesimismo me embargaba. Las mesas nunca se habían visto tan anchas, y el día tan opaco. Me deslicé hasta la cocina, donde todo estaba barrido y desierto. Había yogur en el refrigerador, y fue lo único que desayuné. No necesitaba más, pues tenía una misión que cumplir ese día.

Me aseguré de levantarme temprano para poder tener tiempo. El sol ni siquiera había salido, pero un resplandor naranja ya se vislumbraba en la lejanía. Cuando salí del edificio, el golpe frío del viento me paralizó el rostro. Me encogí en mi abrigo y me eché a correr por los prados. Al menos tenía una hora antes de que Berton me llegara a buscar para llevarme a la comisaría. Luego de eso, seguro no regresaría al internado, y no tendría otra oportunidad para hacer esto.

No miré hacia atrás y me hundí en la frondosidad de las hojas que acunaban la entrada al claro. Me sorprendí al ver cómo cambiaba a diferentes horas del día. Los pájaros cantaban suavemente, y una nube de mariposas volaba en lo alto. El agua caía más silenciosa y, curiosamente, más cristalina. Sentí que aquel sitio, de alguna manera, se había empeñado en verse a sí para mí.

Me arrodillé a orillas del arroyo y desabotoné mi abrigo. Saqué lo que llevaba en mis bolsillos internos y los coloqué sobre el pasto. Empecé con mis padres.

Cogí la carta que había escrito para ellos anoche y la apreté contra mi pecho.

-Señores Caldwell, su hija quiere decirles algo -dije, y estiré la mano para dejar caer el papel doblado sobre el arroyo. No se hundió, y se alejó lentamente en la superficie.

Luego seguí con los Stone.

-Lo lamento -fue lo único que pude susurrar antes de dejar que el agua se llevara la carta. Le di un beso a la rosa blanca de Bethany y también la dejé ir.

Cogí la última carta, la abrí y le eché una ojeada. Estaba nerviosa; una parte de mí imaginaba que Hassan la leería de verdad, pero rápidamente la cerré y me recordé que no sería así, que el agua la destrozaría y se uniría a la naturaleza, de donde había venido. Le di un beso a la carta doblada y cerré los ojos.

Los abrí al instante cuando escuché que una rama se quebraba detrás de mí. Me giré de un salto, alerta. Pero no vi a nadie.

-¿Quién anda ahí? -pregunté.

Pero nadie me contestó. Esperé un segundo, pero estaba sola.

Regresé la vista al agua y me apresuré a soltar la carta de Hassan. Me puse de pie y miré las tres cartas flotando en la mitad del estanque. Sonreí y les agité la mano en señal de despedida. Me dirigí a la salida y colgué sobre una ramita la pulsera de nacimiento que me había dado Mia. La acaricié con mis dedos una vez más y me dejé ir.

No miré hacia atrás.

Nunca miré hacia atrás.

1. NIÑA MAL: Hecha en Las Vegas (Abi Lí) [TERMINADA]Where stories live. Discover now