𝟬𝟭, 𝘀𝘁𝘆𝗹𝗲𝘀.

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Las emblemáticas luces de Nueva York en 1978 conducen directo hasta el salón de fiestas; Cupido. En la pista, los colores vibrantes de los cuadros en verde, azul y rosado sumado al estilo funk en los parlantes anunciaban la extravagante figura de Harry Styles, quien en un traje de satín naranja se abría espacio entre seres ordinarios y deleitaba a todos con el mover de su cuerpo, el mejor ritmo del lugar.

Los mitos cuentan que Harold James Styles siempre se había destacado por ser el mejor bailarín. Su madre le presumía en reuniones familiares y sus hermanas le vestían en ropa llamativa para hacer performances caseros.

Harry pierde a su familia una década de años atrás y se muda desde el sur hasta la costa este, donde en Nueva York encontró su nuevo hogar: la vida nocturna. Un freak de la noche, más nunca había una buena fiesta si Styles no estaba abriendo y cerrando la pista en música de color.

En una sincronía que parecía ensayada, dos chicas de vestidos cortos y afros gigantes le hacían segunda en sus movimientos, aunque la diva de la disco siempre sería el masculino en el centro. Su figura estilizada y felina más personalidad fuera-de-lo-común le volvieron un emblema queer de la ciudad. Las y los artistas más populares del momento, la clase socialité de la ciudad y músicos hacían filas y rezaban por poder toparse con él y la furia con la que devoraba el escenario mientras alzaba sus plataformas metálicas y su maquillaje donde una película de brillantina cubría en un perfecto cat eye sus ojos.

Las personas hacían una media luna abriéndose hacia la parte del que mezclaba la música, aplaudiendo y siguiendo las indicaciones de Styles para encender el ritmo de la ocasión. Cuando la canción terminó y la diva paró de bailar, todos aplaudieron.

Cupido, la disco que era su casa y sede había ganado su reputación gracias a ser la perfecta mezcla de cultura y depravación, además de tener a Harry todas las noches, toda la semana, abriendo y cerrando la pista con las mejores canciones.

El lugar hace seis años servía como escuela católica y después de ser arrebatado por el gobierno y vendido en un precio que ridiculizaba cualquier idea de fe, Louis 'Biggie' Tomlinson le había adquirido para abrir un centro nocturno.

Claro, que centro nocturno sería solo la fachada para cubrir todo lo que pasaba a sus adentros. Las luces de fantasía cubrían todos los rincones, peceras gigantescas dejaban ver especies exóticas de vida marina, así como un tiburón martillo en la más grande de ellas. Guardias cuidaban las dos entradas y salida principal, además que en el fondo, los que alguna vez fueron salones de religión habían sido condicionados con las comodidades más lujosas y extravagantes para ser centros de reunión y apuestas.

Para entrar al Cupido había una regla grande. Regla tan icónica que se había vuelto parte del lingo local. Dicha importancia hizo que el artista que hizo el último diseño de interior le plasmara en letras metálicas que cubrían una de las paredes por donde se entraba; arriba de un estrepitoso estampado animal:

JAMÁS TOQUES A LA DIVA.

Tomlinson tenía un tipo de relación con Harry. Algo... fuera de lo común.

Primero, tenemos que entender de donde viene Biggie Tomlinson. Lo narran los reportes oficiales. De familia extremadamente pobre, local. De pequeño comenzó a estafar con unos amigos de su papá en las avenidas grandes. Heredó algunas actividades ilegales hasta que trabajó para un capo de la droga italiano.

De ahí viene su apodo, de hecho. Se dice que Louis podría contrabandear cantidades industriales de drogas, dinero y armas por su carisma y buen contacto con autoridades locales. Nace el Biggie por el contraste de su altura y capacidades logísticas.

El capo abandona por presión política los Estados Unidos y por herencia directa, siendo un agremiado cercano Tomlinson este aprovecha la posición y toma liderazgo de las actividades. Su primer acción: cumplir el deseo de infancia de tener una disco. Cupido nace.

Los primeros meses fueron lentos, muy lentos. Las personas se veían poco interesadas por la vida nocturna en aquellos suburbios, algunos grupos de latinos y afroamericanos se reunían para compartir música. Hasta que llegó Harry de la mano con un grupo de amigas y amigos queer, quienes con brillantina, pasos de baile y excelente gusto musical encendieron el lugar.

Se dice que la noche en la que Louis Biggie Tomlinson se enamoró retorcidamente de Harry fue antes de uno de sus golpes más grandes al banco americano, que las puertas del Cupido se abrieron de par en par dejando entrar a Louis con sus secuaces, emprendiendo camino hacia el fondo de la disco.

Todas y todos se espantaron, recogiéndose en las esquinas y costados de Cupido, menos Styles; quien al ritmo de la música aprovechaba el escenario destellando, alineándose con la bola disco mientras movía sus caderas, brazos, piernas en un pantalón metálico grisáceo y un top de red que dejaba ver su complexión delgada.

Esa noche, después de que se acabó el servicio de la disco, Louis ofertó algo que el otro a duras penas pudo negar:

—Aquí, vas a bailar, tomar y vivir las noches que quieras. Pero tendrás que hacerlo a mi lado.

Y ahí, Harry firmó el pacto con la muerte. 

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