Soy Kira Hall, si la hermana pequeña de Bryce Hall el idiota rompe corazones, que gracias al descarado de mi ex novio y mi supuesta mejor amiga termine viviendo en la casa de mi hermano con sus amigos.
La cual se enamoro de su amigo Quinton...
#38-t...
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Nunca pensé que él me reconfortaría tanto como lo estaba haciendo conmigo, inevitablemente noto que a la luz de la luna su rostros se ve demasiado bien. ¿Que carajos estoy pensando? Debo estar en algún trance para pensar algo así, debo controlar mis hormonas antes de que lo diga en voz alta y él se burle como siempre.
— ¿Kira sigues ahí?.— Noto como Quinton pasa su mano cerca de mi rostro para volver a la realidad.
— Si, si, yo- Bueno gracias por este abrazo, lo necesitaba bastante pero no pensé que fueras tú.— Hablamos casi al mismo tiempo, solo intento calmarme para no soltarle alguna maldición o golpe.
— Tampoco pensé en abrazarte, no te ilusiones, Hall. Solo al verte llorar no podía quedarme haciendo nada, ademas tienes claro que ese idiota no te merece.— Noto algo de timidez que es remplazada por algo de sarcasmo, pero aún así lo molestare para volver cómodo el ambiente.
— No puedo creerlo, estás actuando con un poco de timidez...¿Eres tú, Quinton?.— Noto como coloca sus ojos en blanco y una mueca divertida sale de sus labios.
— Creo que llorar demasiado te volvió algo tonta, yo no estoy tímido y sigo igual que siempre.— Y volvió a ser el mismo idiota de siempre.
— Bueno damas y caballeros lamentó informarles que ya volvió el idiota que todos conocemos.— Hago una reverencia con una leve sonrisa.
— Te vez tan hermosa cuando sonríes.— Sonrió ante aquello y veo que abre sus ojos como plato al pensar en voz alta.— Yo no- yo-
— No te preocupes, será nuestro pequeño secreto, Griggss.— Le quito importancia para que pueda relajarse un poco.
Pero me quedo perdida en su mirada como una adolescente, es tan cómodo el silencio que se siente entre los dos. Ni siquiera me di cuenta que nuestras respiración estaban demasiado cercas y casi inexistente el espacio que nos separaba.
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Cada vez esos preciosos ojos color miel me llamaban a seguir su profundidad, estábamos demasiado cerca y la tentación de poder probar sus labios era más grande que mis ganas de molestarla. Solo faltaban unos centímetros para probar esa tentadora boca, pero el sonido de su celular nos interrumpe el momento y me doy cuenta de la estupidez que iba a cometer.
