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HIELO





María.

Sí, salir con Tamara y Bárbara no fue una idea inteligente y me doy cuenta cuando estaba lo suficientemente mamada para no recordar la verdadera razón de la cual acepté a venir.

Tamara es todo lo que creía. Esta salida no la cambió, pero conocer a Barbara me hizo sentir más cómoda, era como Guadalupe, tranquila, más rescatada y me hacía sentir en algunos momentos que no estábamos lo suficiente ebrias para dale el ok a Tamara a aceptar que nos venga, no sé, hasta un enano travesti a la previa de la flor de departamento que tenía en Puerto Madero.

Es la primera vez que dejaba de lado a mis amigos de toda la vida, al momento que lo pienso me siento mal, pero pienso ya se me pasaría. Guadalupe, tanto como Joaquín tenían sus amigos aparte y dudaba que ellos piensen en mi así cuando no estaba en su grupo.

Así que disfruto un rato de la noche.

Creo que son las tres de la mañana cuando decido que fue mala idea, no tenía ganas de estar con toda esa gente apretada y gritando en mi indirectamente oído. Es más, no lo soporto cuando todo el efecto de los shots que nos tomamos en el departamento de Tamara se van y así como se van esos efectos yo me voy con ello. Desaparezco entre esas personas.

Estoy segura que Tamara ni Bárbara se darían cuenta que no estaban porque en la previa éramos como diez, con varios chicos que conocía de vista de la facultad y cuando llegamos al boliche se nos sumó otro grupito siendo como no sé, casi dieciocho, eso me incómodo. No me sentía cómoda y sentía con todo el amor del mundo que necesitaba a mi mejor amiga, esa que se puso celosa cuando subí la historia en peda con Barbara.

Le digo al taxista que me bajé justo en la esquina donde el maxikiosko 24 horas estaba, le pagó y bajo como puedo.

Una helada fría me recorre y ahí es donde recuerdo que dejé mi campera, la única digna para salir, en el auto de Tamara. Igual eso no era peor, lo peor era que la hija de puta nos llevó ebria al boliche, ahora que lo recordaba no sé cómo no nos paró algún control.

Lo de un accidente no me preocupa, por ahí dicen que los ebrios conducen mejor.

—¿Mala noche?

Levanto mi mirada para ver a el chico detrás de la caja que ya era conocido para mí, ahora no tenía la tarjetita, pero la otra vez por eso supe que se llamaba Ariel. Le sonrío de costado y sigo mi camino al lugar donde tenía los cigarrillos y cosas al alcance.

—Algo así... —murmuro sonriendo.

El me mantiene la mirada, logrando que me ponga algo nerviosa y solo pienso que es un lindo morocho.

tercer piso | wosWhere stories live. Discover now