11. Estoy en casa

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Narra Kayla

Sentía un gran nudo en la garganta y una opresión en el pecho. Me sentía como una bomba a punto de explotar. Sentía que en cualquier momento mis piernas faltarían y aún así, caminaba lo más rápido que podía. No quería hablar con los reyes, puede que ellos no tengan la culpa de lo que paso, pero lo más seguro es que aboguen por el justo para que lo perdone.

No dejé que se tomara la merienda, ni que descansáramos. Lo único que quería era llegar a la mesa de piedra y terminar con todo esto.

El sol estaba dando sus últimos rayos y el cielo estaba de un color naranja. Di unos pasos más y me encontraba en el campo de la mesa de piedra, el viento comenzó a soplar fuerte, como dándome la bienvenida. Me detuve y esperé a que los reyes estuvieran junto a mí para reanudar la marcha. Caspian se situó a lado mío, lo miré y le entregué los pergaminos que contenían el plan de guerra. Observé el paisaje que mi nación nos ofrecía y susurre un "estoy en casa", no espere respuesta y comencé a caminar obligando a los reyes a seguirme. A lo lejos aparecieron dos siluetas, un hombre y una mujer que corrían hacia nosotros, ambos con apariencia de cuarentones pero sabía muy bien que tenían más años.

-Mi niña- gritaba la mujer mientras sonreía.  Cuando estuvieron a pocos centímetros de nosotros me apresuré a abrazarlos.-Nuestra Kayla- sonreí y me separé para verlos.

-Mirate- dijo el hombre mientras me tomaba de la mano y me daba una vuelta- Estás muy bella pequeña- sonreí. Así me llamaban cuando era una niña.

-Me alegra tanto verlos de nuevo- tomé sus manos- Los extrañé demasiado- dije y los volví a abrazar, era consciente de que los reyes nos miraban atentos, así que terminé el abrazo y me dirigí a los reyes.

-Chicos, ellos son Andrew y su esposa Perla, la mano derecha de mi padre y mi nana- dije mirándolos y sonriendo. Ellos hicieron una reverencia hacia los reyes.

-Es un placer conocerlos- dijo Susan.

-El placer y el honor es nuestro majestad- dijo Andrew educadamente. Me miró y soltó un suspiro- Es hora pequeña- hizo un ademán con su mano para que iniciaramos de nuevo la marcha.

Mientras caminábamos, Andrew nos ponía al tanto de cómo estaba nuestro ejército, los entrenamientos que habían tenido y las armas que teníamos disponibles. La novedad era que narnianos y telmarinos conformaban el ejército de mi padre y que todos estaban dispuestos a luchar para traer la paz a nuestro mundo. No me malinterpreten, me alegra que nuestro pueblo tenga ese coraje y valentía, pero también me preocupa y me hace sentir mal. Dejé de escuchar la voz de Andrew y a lo lejos escuchaba que decían mi nombre, casi como un susurro. Un apretón en mi brazo por parte de Perla hizo que realizara a la realidad. La miré y ella me sonrió con ternura.

Unos faunos soplaron los cuernos para anunciar nuestra llegada y varios soldados salieron a nuestro encuentro. Uno de ellos en especial llamó mi atención. Un muchacho alto, de cabellos negros y tez blanca. Su ropa era parecida a la de los reyes y portaba una espada en su cinturón.  De repente gritó mi nombre y comenzó a correr hacia nosotros. Detuve mi caminar y no pude evitar sonreír. Andrew me.dio un pequeño empujón, lo miré y asintió. Levanté un poco la falda de mi vestido para poder correr hacia el muchacho que seguía gritando mi nombre.

-William- grité y lo abracé muy fuerte enredando mis brazos en su cuello. Me elevó y dio varias vueltas. Me aferraba a él y escuchaba su risa que se mezclaba con la mía. Me sentía muy felíz de volver a verlo. William era mi mejor amigo en todo el mundo, desde niños hemos sido muy unidos. Cuando nos separamos tomó mi rostro en sus manos y me dio un beso en la frente.

-Estas aquí- dijo emocionado y me regalo una de sus sonrisas. Lo volví a abrazar como si mi vida dependiera de ello. Un sollozo ahogado hizo que nos separáramos. Frente a nosotros estaban los reyes y los padres de William.

-Miralos Andrew, de nuevo están juntos- dijo Perla emocionada mientras recargaba su cabeza en el brazo de su esposo.

-Majestades, él es nuestro hijo William, uno de loa mejores espadachín y arquero de nuestro ejército- dijo Andrew y William hizo una reverencia a los reyes.

-Es un gusto majestades- dijo Will. Vi que mi amigo no era del agrado del justo, todo lo contrario a los otros reyes que lo miraban sonrientes.

-Tus habilidades nos serán de mucha ayuda en la batalla William- dijo Peter sonriendo.

-Estoy dispuesto a dar la vida por mi nación majestad- contestó Will, me tensé y Peter sonrió complacido por la respuesta de mi amigo.

-¿El mejor espadachín?- Edmund parecía molesto al saber que no era el único que tenía ese título.

-El mejor de todos- respondí rápidamente y el rey me miró tensando la mandíbula. Por alguna razón me gustó hacerlo enojar. William notó la tensión que había entre el justo y yo.

-Me la robaré unas horas- dijo mi amigo pasando su brazo sobre mia hombros. Sonreí. No esperamos respuesta y comenzamos a caminar hacia la fortaleza.

-¡Niños!- gritó Perla y volteamos a verla. -Habrá un banquete en honor a su llegada, así que los quiero bien arreglados y puntuales- nos apuntó con el dedo. Supongo que recordaba cuando eramos niños y hacia los desastres antes de cualquier banquete. Sonreímos.

-Ahí estaremos madre- gritó Wlliam y continuamos nuestro camino. Con cada paso que daba los narnianos gritaban y viroteaban de alegría, me regalaban una reverencia y se las devolvía junto con una sonrisa.

Al llegar a la que era mi habitación William me dio paso para qur entrara primero, luego cerró la puerta y me miró fijamente. Me puse un poco nerviosa. Era difícil ocultarle las cosas a él.

-¿Qué esta pasando?- se acercó a mi -Y no me mientas- dijo de forma autoritaria y yo rodé los ojos.

Nos encontrábamos sentados en el suelo cerca de la chimenea que había en la habitación, Will me había contado que estaba comprometido con su novia Lilian, de corazón me alegraba tanto que mi amigo fuera felíz y que pudiera formar una familia, me contó sobre todas las aventuras que tuvo cuando yo me fui, había aprendido y madurado mucho.

Me miraba sin ninguna expresión. Solamente escuchaba lo que de relataba. Le había contado absolutamente todo lo que había pasado. Se sentía bien hablar con alguien sobre como te sientes, poder desahogarte sin miedo a que te juzguen. Al final del relato soltó un pesado y largo suspiro.

-Lo siento tanto Kay- me dio un apretón en la mano en forma de apoyo.

-Bueno, yo lo siento más- reímos. 

-Pero se nota que te quiere de verdad- levanté una ceja- Nunca nadie me había golpeado y matado mentalmente como lo hizo el rey Edmund- solté una carcajada y él me siguió. -Creí que si seguía abrazándote tendría una espada en el cuello.

Volvimos a reír y cuando nos calmamos me miró y continuó.

-El justo te mira de una forma especial Kay y también creo que está arrepentido de lo que te dijo- sonrió de lado y se levantó- Debemos prepararnos para el banquete o mi madre se pondrá histérica- reí ante el comentario.

Ya estaba lista para el dichoso banquete, aunque siendo sincera sólo tenía ganas de tirarme a la cama y dormir, pero no asistir a una cena en tu honor sería muy descortés. Salí de la habitación y caminé hacia lo que era el comedor. Es increíble lo grande que puede llegar a ser este lugar.

Los reyes ya se encontraban en la puerta que daba al comedor vestidos con sus elegantes trajes, todos me miraron cuando llegué y les regalé una sonrisa, Edmund trató de acercarse pero di un paso atrás y mi sonrisa se esfumó. Él me miro triste, sus hermanos y Caspian lo miraban con algo de pena.

-Majestades- dijo Perla llegando con nosotros junto a Andrew y Will. -Ya esta todo listo- nos sonrió.

Respire profundo mientras las puertas del comedor se abrían. Will tomó mi mano.

-Todo estará bien- dijo bajito para que sólo yo lo escuchara pero fracasó porque en ese momento mi mirada se cruzó con la de Edmund.

El tesoro de Narnia [Edmund Pevensie]Where stories live. Discover now