Capítulo 3 (parte 2): RECONCILIACIÓN

191 30 10
                                    


KARA

El afamado jardín sobrepasó todas mis expectativas. Era, en realidad, una erupción de colores que brotaban desde una colina inclinada hacia abajo. Habían todo tipo de flores, desde tulipanes, margaritas, acianos, pero sobre todo, las flores que más se exaltaban eran de color rojo o morado, como si un pintor hubiera salpicado su brocha con su tonalidad favorita.

—¡No corras tan rápido! —gritó Dante a mis espaldas.

—¡Esto es increíble! —chillé.

Cuando alcancé el escenario extenso noté varios canales de agua que se entrecruzaban como serpientes alrededor de todo el sitio. El agua tenía reflejada el tallo de varias flores y se serpenteaba a los lados, decorado por unas preciosas flores de loto y hojas flotantes.

A lo lejos se distinguía un mirador con un techo en alto y con una cumbre en forma de pico, cuyo espacio se alcanzaba por medio de un camino de pequeñas rocas blancas.

—Te dije que el norte no estaba mal. —Dante me mostró una sonrisa.

—Tendrías que haberme contado sobre este lugar primero.

La sonrisa se le tensó y la remplazó por una expresión más seria. Caminó a mi lado, pisoteando algunas flores con sus botas sin darse cuenta, y se aclaró la garganta.

—Kara, debo decirte algo —dijo con la voz profunda, buscando mis ojos con su mirada—. Mi intención nunca fue ocultarte quién era en realidad. Si hubiera sido por mí, te habría contado todo. No sabes cuanto... cuanto lo siento.

Sentí el peso de sus palabras como si las estuviera prolongando desde mi llegada. Ya tenía la sensación de que me había traído aquí para sacar el tema, pero yo me estremecí al escucharlo y mi mente se nubló sin saber que decir a continuación.

—Yo... —las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.

El recuerdo de esa noche en la Alta Torre me vino a la cabeza. Me sentía traicionada de que me mintiera, dolida en el interior al pensar que todo pudo haber sido un engaño, incluso nuestra propia amistad; pero entonces al verlo de esa forma tan abatido y culpable, con la cabeza baja, me hacía también pensar que si no fuera por la forma en que él me convenció esa noche no hubiera sido tan fácil para mí venir hasta aquí y descubrir un grupo de personas dispuestos a combatir el mismo enemigo.

—No tienes que responder ahora. Si no quieres volver a hablarme lo entenderé.... —añadió después del silencio incomodo.

—No....

—Puedo darte tu espacio. Puedo darte todo el espacio que necesites —me interrumpió.

—Que no...

—Puedo cambiarme de habitación, así no es necesario que nos encontremos en el pasillo y le diré a mamá que no seré yo quién toque a tu puerta. Le pediré que otra persona lo haga, quizás Lizra o James...

—No es necesario....

—Incluso, si quieres...

—¡Dante! ¡Déjame hablar! —alcé la voz.

Él se quedó pasmado.

—Escúchame, Dante —suspiré—. Lo que hiciste estuvo mal. Muy mal. Jamás podré verte de la misma forma que antes.... tú sabes cuanto odio que me mientan. ¡Tu lo sabías! Eras mi amigo. Sigues... siendo mi amigo —aclaré al ver como se mortificaba aún más. Me acerqué y lo señalé—, un terrible amigo por cierto, porque se suponía que debíamos contarnos todo y tu arruinaste toda la confianza que tenía en ti. Yo te entregué todo y te conté cosas privadas sobre mí que a nadie confiaría. Trabajábamos juntos cada día y me engañaste. Maldita sea, me engañaste.

Ladrón de Humo| 2Where stories live. Discover now