Prólogo

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Lucy

-Entonces... ¿me vas a ayudar con Tere? -me preguntó Tomás pinchándome el hombro. Su gesto me molestó, quise golpearlo en la cara, pero simplemente me limité a rodar los ojos y voltearme hacia su dirección.

-¿Cuántas veces te he dicho que no? -dije y le dediqué una sonrisa sin gracia alguna.

-por favor, te lo ruego, es tu mejor amiga. -hizo puchero queriendo parecer adorable, más su gesto sólo logró irritar más de lo que ya estaba solo con su simple presencia. Coloqué mi mano en su cara y lo empujé del sillón haciéndolo caer al suelo, necesitaba quitármelo de encima. Escuché sus quejas, pero las ignoré colocándome los audífonos.

-¡Lucy! -escuché desde la cocina. Gruñí con fastidio quitándomelos de nuevo, interrumpiendo mi canción.

-¿Qué pasó, Rubén? -grité en respuesta.

-¡ayúdame con la lasaña! -gritó de vuelta. No quería levantarme por ningún motivo, estuve toda la mañana terminando proyectos escolares y limpiando la casa. Estaba cansada tanto física como mentalmente, mañana había clases y lo único que pedía era paz y tranquilidad, pero en esta casa de locos es imposible.

-¡Lucy! -escuché nuevamente mi nombre desde las escaleras, me volteé hacia allí antes de acomodar mi pies dentro de mis pantuflas peludas. Alex estaba ahí, vestido con su suéter gris de casi todos los días.

-¿ahora qué pasó? -me senté recta y lo vi.

-¿me ayudas con el proyecto? Necesito hacer algo y no puedo sólo.

-¡pero ya se supone que debería estar terminado! -chillé molesta. Ya lo había ayudado hoy en la mañana, él ya era muy capaz de terminar lo que le faltaba él solito, yo ya no estaba para seguir viendo cosas escolares que no eran mías. En verdad ni mis deberes quería ver.

-sí, pero sabes que es un niño necesitado. -dijo la voz de Derek en el pasillo proveniente de la cocina, a los pocos segundos, salió de ahí mordiendo un sándwich.

-Nadie pidió tu opinión, Derek -se quejó mi hermano menor, pero éste lo ignoró y siguió con lo que estaba haciendo.

-¡Lucy! -otro grito más en el salón, pero esta vez era Dany quién venía corriendo escaleras abajo.

-¿QUÉ? -grite desesperada. Ya había escuchado mi nombre gritado demasiadas veces en pocos minutos. No tenía ni los ánimos ni la capacidad de atender a tantos llamados a la vez.

-¡Daniel ven acá! -gritó Dylan bajando tras él. -¡Lucy, detenlo! -me gritó nuevamente y no aguanté, solo exploté.

-¡pueden dejar de quererme usar para todo en su maldita vida! -grité levantándome del sillón.

Tomé mi celular y subí las escaleras de dos en dos para así llegar más rápido a mi habitación. Azoté la puerta sin importarme que alguno de ellos me regañara por hacerlo. Le coloqué el seguro a ésta. Luego, me puse los audífonos con mi playlist de música favorita, fue un vano intento de quererme calmar, estaba estresada y ni The Fray pudo disminuir mis nervios. Me lancé en la cama para intentar dormir, mañana había colegio y no quería llegar de mal humor. Fue difícil, ya que estuve alrededor de dos horas rodando en la cama y tenía hambre, cedí a bajar y tomar mi trozo de lasaña, solo que me la llevé arriba y después de terminar mi cena, pude dormir con un poco más de tranquilidad.

Y así concluyó otro día, como todos los días junto a mis seis estúpidos hermanos. La verdad es que... los quiero, pero no los soporto el noventa y ocho por ciento de mis días. Soy la única chica en la casa, así que han de entender mi enorme frustración y más ahora viendo cómo mi domingo acabó. Mientras yo me frustro veinticuatro siete, ellos se pasan la vida tranquilos solamente preocupándose por sus vidas amorosas, videojuegos y partidos de fútbol. He de decir que todos son un desastre y yo siempre soy la que arregla aquellos descuidos. También, debo de soportar que hagan sus cochinadas frente a mí, los dieciséis años de mi vida han sido basados en eso, aguantarlos, convivir y sobrevivir por sobre todo. A veces es muy, pero muy difícil, aunque no debo de negar que vivir entre hombres no es del todo malo, he aprendido mucho de ellos en la vida y eso no lo cambiaría por nada.

Y posiblemente se han de preguntar ¿dónde están mis padres en este asunto? Bueno, es simple, trabajando fuera de la ciudad. Son señores de negocios, la empresa en la que trabajan tiene muchas sucursales por lo tanto suelen viajar bastante a diferentes lugares, pero mayormente se la pasan en Nueva York, la ciudad que nunca duerme. Aunque no siempre ha sido así. Solo fue hasta el último año que han permanecido bastante fuera, pero vale la pena que se la pasen viajando, eso ha logrado conseguir muchos más ingresos para darnos a los siete una vida muy estable y con todo lo necesario. Aunque, nosotros tenemos la ley que a partir de los catorce, cada quien debe empezar a ganarse sus cosas. Es por eso que todos trabajamos durante los veranos. Ya saben, de niñeros, cortando el césped de los vecinos y cosas así.

Y bueno, básicamente mi vida matutina se trata de soportar a seis chicos mientras intento terminar el colegio con buenas notas y conseguir una beca en alguna universidad, quizás irme a vivir a Nueva York y estudiar en la NYU (New York University). Es un sueño que quiero cumplir desde que visité por primera vez la gran ciudad con mis padres y la razón por la que me esfuerzo cada día a pesar de tener problemas tanto en casa como externos, porque ser adolescente no es nada sencillo.

Vida Entre Chicos (SC Libro #1) Where stories live. Discover now