Espinas apacibles

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Un nuevo curso acababa de dar inicio, uno que se convertiría en el último para Albus Potter.

—Esto pesa más de lo que pensé.

—Por eso te dije que empacaras solo lo necesario, Lily. —La pelirroja menor miró a su madre con cierta culpabilidad.

—Si deseas puedo ayudarte con eso, Lil-...

—No, gracias —interrumpió, huyendo de los ojos de Abel y afirmando su agarre en su maleta mientras comenzaba a acelerar sus pasos—. Puedo yo, no te preocupes.

Albus vio a su hermana pasar por su lado en dirección del padre de ambos y a Abel bajar la mirada para luego recibir un pequeño golpe amistoso de parte de Hugo, quien iba acompañado de Lyanna.

Eso le recordaba los últimos tres días de comentarios con mensajes ocultos que su tío Ron había dirigido hacia los primos Rosier y Avery, después de que todos se hubieran enterado de sus identidades por completo. Tanto Hugo como Rose habían sido objetivos de reclamos y llamadas de atención de parte de su tío; Albus mentiría si dijera que no le había abrumado en cierto sentido el ver a su prima sollozar y a Hugo devolver mordazmente todos y cada uno de los reclamos de su padre.

Obviamente, todo mientras los invitados no estaban cerca para escucharlos.

—¿Qué sucede, Rose? Te ves cansada..., ¿No dormiste bien anoche? —preguntó Lucien no muy lejos de él y Albus pudo apreciar de reojo cómo su prima mantenía la vista en el frente con unas notables ojeras y los ojos levemente enrojecidos.

—Me quedé hasta tarde empacando —mintió. Ella había tenido un último encuentro verbal con su padre, uno en el que por primera vez se había defendido, pero que había terminado lastimándola más a ella que a él—. No tuve mucho tiempo de descanso.

—Entonces me encargaré de que nadie perturbe tu sueño en el tren —aseguró convencido, logrando que ella sonriera levemente en agradecimiento.

Albus apartó la vista de todos y se concentró en el frente, especificamente en el gran grupo de personas que iban de un lado a otro sin parecer notarlos, algo que le pareció extraño debido a lo numerosos que eran; a lo mejor esas personas ya estaban acostumbradas a verlos pasar cada año en la misma fecha.

—¡Albus!

Se detuvo y al volver la mirada se encontró con un rostro sonriente que se aproximaba hacia él con toda la emoción que podía caber en su cuerpo.

El Slytherin no se movió en cuanto estuvo siendo rodeado por los cálidos  brazos, mucho menos cuando sintió un poco de picazón en su mejilla debido a los mechones rubios.

—Deberías cortarte el cabello.

El contrario se separó para observarlo con una ceja alzada y un rostro incrédulo.

—¿En serio solo eso dirás después de no habernos visto por dos largos meses?

—Te envié una tarjeta por tu cumpleaños.

—Albus Severus...

—Está bien —fue su turno de abrazarlo, dándole unas leves palmadas en la espalda—. Hola, Scorpius, estos dos meses sin ti fueron el mismísimo infierno.

—Aria aún no ha vuelto, ¿Cierto?

Albus lo soltó, desviando la mirada mientras se cruzaba de brazos.

—No.

—Ya veo —asintió para sí mismo, sonriendo con empatía hacia el preocupado y cansado rostro de su mejor amigo—. No es de extrañar que estés así. ¿Trajiste la bufanda?

Mi Hermosa Veela y La Melodía Perdidaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن