¿𝓣𝓮 𝓪𝓽𝓻𝓮𝓿𝓮𝓼 𝓪 𝓮𝓼𝓬𝓪𝓹𝓪𝓻 𝓭𝓮 𝓪𝓺𝓾𝓲?
Louis Partridge llega inesperadamente a un pequeño pueblo donde conoce a ___ y sus amigos. Juntos descubrirán el amor, la decepción y la felicidad mientras tratan de sobrevivir a su adolescencia...
Todo aquí es aburrido, las mismas calles recorridas cientos de veces, las mismas tiendas con sus estantes en el mismo lugar de siempre, incluso las luces nocturnas son familiares. Siempre cegantes, algo opacas por todas las noches que han brillado y... Familiares.
He vivido 16 años de mi vida aquí y nunca he salido. Claro, solo a ciudades cercanas, viajes de carretera de no más de 5 horas. Anhelo salir de aquí y ver lo que el mundo puede ofrecerme. ¿Qué hay más allá de los límites que Google Maps le marca a este lugar?.
Me gusta patinar. Mi lugar favorito es un parque algo lejos de mi casa. Tiene bancas, árboles, niños jugando y rampas. Es como cualquier otro parque que ustedes puedan imaginar.
Salto y siento el viento en mi rostro. Sacudiendo mi cabello y eso me hace sentir un poco más viva. Esto siempre fue mi escapatoria.
Aprendí a patinar cuando tenía solo 4 años. Durante unos años lo tomé como un hobbie hasta que ví los juegos olímpicos de invierno y decidí que quería hacer patinaje artístico.
—Cielo, es demasiado costoso para nosotros— Dijo mamá desde la cocina de nuestra pequeña casa cuando le comenté mi idea.
—Además, aquí no nieva, tampoco hay pista y buscar un entrenador privado puede ser muy costoso. Sin contar los leotardos, medias, patines, equipo para entrenar, no creo que podamos costearlo, preciosa. Lo lamento tanto.
Y así mi primer sueño se fue a la mierda. Seguí patinando sin importar nada, tratando de hacer un loop, a veces unos giros, unos pequeños saltos en la cancha de basquetbol del parque.
Cuando estaba en 5to grado, iba llegando al parque y caí por las rampas, estuve casi una hora atrapada hasta que un grupo de adolescentes que en su momento me parecieron los humanos más cool del universo entero me ayudaron. Pero no a subir, sino a aprender a patinar en rampas, así salí de ahí. Después de eso todas las tardes me reunía con ellos para patinar y reírnos un poco.
—____, eres como mi hermanita pequeña, siempre quise una...— Marc era el tipo más genial del mundo, era gracioso, alto y guapo. Fue mi primer amor, fue mi platónico.
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El cielo está morado. También tiene rosa y amarillo, en lo más alto es azul. Parece una pintura. Mi pecho sube y baja estrepitosamente, estoy cansada y sola, acostada en el borde de la rampa. Las nubes son grises, siento que podría tocarlas. Centrarme en estos pequeños detalles como ver el cielo atardecer me han mantenido cuerda dentro de este pequeño pueblo con ofertas mediocres. A este paso hubiera enloquecido. Divagando en las grietas de pintura color "beige trigo" de mi habitación, buscando formas inexistentes para pensar en algo que no sea mi miserable suerte.
Me levanté dispuesta a volver a mi pequeña casa, tomé mis cosas y un poco de impulso y dí inicio al trayecto que me esperaba.
Calles doradas con autos aparcados, en la avenida olivos están todas las grandes residencias de los tipos más ricos que puedes encontrar aquí.
Hace una semana ví cómo una chica que cumplía 16 lloraba fuera de su gran mansión porque sus padres le habían regalado un jeep blanco.
La madre, una mujer pulcra y elegante vestida de traje sastre con un peinado algo estropeado por el día y el padre con un traje de oficina, perfectamente rasurado y peinado que me hizo recordar a John Travolta sonreían desde la banqueta viendo a su pequeño enjendro sostener entre sus manos las llaves del auto. Mientras yo observaba todo desde un tercer plano.
Luego de algunas calles más, el aspecto de la zona se vuelve un poco más lúgubre, autos viejos y chocados, con faros fundidos, casas sin pintar y con el césped ya crecido se ven en el horizonte. De este lado de la ciudad crecí, viví y vivo. En una casa de tres cuartos, un baño y una cocina comedor demasiado pequeña. Pero es suficiente para mi madre y para mí.
—¿En dónde estabas? ¡Te estuve llamando! — dijo mi madre en cuanto crucé la puerta.
—En el parque, patinando — aclaré.
—¡Deja los patines afuera, están muy sucios!.
Suspiré pesado. Me quité los patines, los dejé al lado de la puerta bajo el perchero donde abrigos empolvados reposaba y subí a mi habitación, pues no había más que hacer, excepto esperar a que el verano terminara.
Esta ciudad nunca cambiará.
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¡Hola a todos! Bienvenidos a Idle Town. Espero que les guste mucho.
Es mi primera novela así que pueden encontrar algunos fallos en la trama o cosas inconsistentes.
En fin, disfruten.
~Em 🪐
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