⛪14.⛪

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C A P I T U L O 14.

Dudé en seguirlo, pero ya no tenía nada qué hacer, no tenía ni la más mínima alternativa, personas muertas me seguían, este lugar es una especie de secta y estoy completamente sola, debido a mi trato, nadie me recuerda.

Eso me afecta mucho, pero tengo que encontrar la salida de éste desastre, aunque sea muy estúpida, es mi única opción.

—¿Para qué volveremos? —pregunté entrecerrando los ojos con duda.

—Allá encontrarás las respuestas que quieres. —respondió serio.

—¿A qué te refieres?

—Dudabas de mí, ¿no? —sonrió con sarcasmo— Te mostraré que yo no soy el monstruo aquí.

Adelantó el paso, me costó alcanzarlo, un paso de él eran tres míos, y casi estaba trotando.

—Felipe, basta —pedí asustada.

No me gustaba su actitud, estaba furioso e impaciente y eso me aterraba, no es agradable estar en un lugar solo, con alguien que ni siquiera conoces de verdad y sin salida.

Me detuve y mis manos viajaron directo a mi rostro en un intento de calmarme, estaba asustada, ya no quería seguir pasando por lo mismo. El aire comenzó a faltarme, me costaba respirar y me sentía muy mal, mi cuerpo se sentía pesado y mis párpados estaban cerrándose solos, en menos de dos segundos caí derrumbada al suelo.

—Maldición... —murmuró acercándose a mí —No seas cobarde por una vez en tu vida...

Fue lo último que escuché antes de cerrar los ojos y perder el conocimiento.


⛪⛪⛪

Me relamí los labios aún con los ojos cerrados y sentí la garganta seca. Un escalofrío incómodo me recorrió el cuerpo, como cuando sientes frío pero a la vez calor.

Abrí los ojos lentamente, enfocando mi vista en una sola cosa, Felipe.

—Tú... —murmuré somnolienta—¿Que haces?

Pregunté al notar que estaba de rodillas, pero eso no fue lo que me exaltó, cuando me encontré en mis cinco sentidos y observé el lugar, estábamos de nuevo en el Templo, pero ésta vez, estábamos en el altar del rezo. Me estremecí y él lo notó.

Tranquila, todo está bien...

Nada está bien.

—Eres la reina del drama, definitivamente —bufó levantándose- Antes de que preguntes y grites como loca o te desmayes como mala protagonista de telenovela, estás aquí porque debes saber la verdad, debes saber por qué está sucediendo todo y debes saber, que en la maldad no se debe confiar. —murmuró lo último como un regaño.

—No tienes el más mínimo derecho de juzgarme —me defendí— Déjame ir.

Intenté mover las manos, pero noté que estaba atada. «Mi suerte es un asco, debí salir de aquí hace mucho tiempo»

Si antes tenía miedo, ahora estoy en mi punto límite. Todo esto me pasa por ser una maldita terca, de haberme quedado tranquila y obedecer nada de esto estuviera sucediéndome, pero no, siempre tengo que ser el centro de atención y ahora estoy a punto de quién sabe qué veré.

El Templo © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora