⛪16.⛪

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C A P I T U L O   16.

Laura.

—Ten —me lanzó el hábito que usan las monjas, de color azul obscuro.

—No puedo usar esto —repliqué—. No soy creyente, pero está mal que lo use si no soy una monja.

—Eso es lo que menos debería preocuparte, María. —se burló Matías.

«Jamás había considerado a alguien tan insoportable como lo considero a él»

No refuté. Tal vez no debía hacerlo, pero qué más da, en éste lugar todos rompen reglas como quieren. Colocarme el hábito sólo será algo pequeño comparado a todo lo que éstas personas han hecho.

—¿Cuando entraremos? —pregunté.

—Ésta noche. —contestó Matías entrando con un arma en cada mano.

Mis ojos se abrieron de una forma exagerada al ver los objetos que tenía entre sus dedos.

—¡¿Qué diablos haces con eso?! —susurré escandalizada.

Matías miró a Felipe con cara de: ¿Y a ésta que le pasa?

—Tenemos que entrar con armas, hay que acabar con ésto desde la raíz —dijo tranquilo—. Es decir, matarlos.

—No... —lancé el hábito a una de las sillas— Están locos si creen que seré partícipe de una masacre como ésta.

Matías se acercó a mí, dejó las armas en la mesa y me tomó de la barbilla mientras que con la otra mano acariciaba mi rostro.

«Ahora que lo noto, es guapo»

¡Laura por Dios!

—Pensé que... —balbuceé sin saber qué era lo que quería decir en realidad. Sentía la boca seca y los nervios de punta.

—O es eso, o te matamos a ti y se acaba todo el problema. —curvó la boca hacia abajo— No tengo problema, la decisión es tuya.

Me guiñó un ojo y tomó las armas, se las lanzó a Felipe que aún seguía buscando ropa en el armario viejo.

—¡Ve por las otras! —ordenó el chico que rebuscaba entre la ropa vieja.

—¡Tú decides, lindura! —gritó el castroso.

Me dejé caer sobre el sofá de cuerpo completo y suspire dramáticamente. «¿Y si mejor me mato de una vez

—Deja de pensar idioteces, Laura. —«Demonios, pensé en voz alta»

—¡Oye! —me quejé— Es una buena idea, todo esto lo hacen por mí.

Se giró cerrando el armario y lanzó un montón de prendas en el otro sofá marrón. Me miró con ironía.

—De hecho, lo hacemos por muchas razones —dijo seguro—, antes de que llegaras, teníamos planeado hacerlo de una vez, pero al conocerte nos dimos cuenta de que eras una pieza clave.

—Que conmigo pueden lograr más. —finalicé con el ego por el piso. —Bien, entiendo.

Rodé los ojos y me limité a repasar el plano del monasterio. Debíamos aprendernos todos los atajos posibles, no podíamos darnos el lujo de entrar y que luego nos atraparan por no saber qué pasillo seguir o qué salida tomar.

El Templo © [✔]Where stories live. Discover now