𝟑. 𝓟𝓸𝓾𝓼𝓼𝓲𝓷

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"La pintura es la amante de la belleza y la reina de las artes."

Había quedado satisfecho con el primer retrato de Shayla. Para él faltaban algunos retoques, pero esos ya los haría en su propio estudio, ahí podría ser más preciso.

La pintura aún escurría ligeramente del papel de grano grueso. El intenso color rojo del cabello de la modelo bien podría confundirse pobremente con sangre, pues Harry no usaba demasiada agua para aquellos detalles que deseaba resaltar y el líquido hacía que la pintura se viera pálida, sin vida.

No. A él le gustaba la perspicacia y el ímpetu. Que las pinturas fueran más que sólo trazos, que reflejarán algo, que transmitieran. Con Shayla, quería que fuera su cabello.

Era rojo, apenas entintado de un tono vino, no era rojizo, no era naranja obscuro. Rojo. Y era largo, le llegaba a las caderas y se ondulaba en las puntas haciéndolo ver un poco más corto. Tenía fleco, pero Harry ordenó que se lo peinaran para apartarlo de su cara y de esa manera poder admirar mejor sus facciones.

Harry la comparó con una niña. Tenía una nariz recta, ojos color miel, labios gruesos y mejillas rosadas algo llenas. Estaba seguro que si tuviera pecas sería como una granjera parecida a las que salían en los cuentos para niños.

Mon Dieu. —le había dicho ella cuando le dio un vistazo al lienzo—Me retrataste aún mejor que en persona. Bien joué.

—Merci, Shayla. —agradeció.

Eso había sido el día anterior.

Y allí, en ese instante, el segundo día había llegado y nadie estaba seguro de poder dar el cien por ciento. Louis tenía un molesto ardor en su garganta y Harry aguantaba una fastidiosa jaqueca.

Vaya casualidad.

El pintor se levantó con un terrible dolor de cabeza provocada por pasar la noche en vela, se vistió con ropas casuales y caminó lo más lento que pudo a su cocina. Se colocó una bolsa de gel frío en la sien, intentando que las punzadas que le hacían fruncir el ceño con tormento se detuvieran, y suspiró con alivio al sentir algo fresco contra su pálida piel.

Su teléfono sonó y él no supo si maldecir o simplemente arrojarlo para hacerlo romperse. Pero eso significaría perder tiempo para comprar uno nuevo y no estaba precisamente de humor para pensar en todo eso.

Terminó por rendirse con una distorsionada mueca en el rostro. —¿Diga?

—Harry, te necesitan en veinte minutos en el estudio. —mencionó Delilah.

—¿El modelo ya ha llegado?

—No, pero está-

—Entonces para mí son treinta. Si te avisan que no estoy allá en media hora, vuelve a llamarme. —advirtió para colgar.

Soltó un quejido recargándose en su mesa, sentándose en una de las sillas de su comedor y curvando su espalda para poder sentir la frialdad del mueble en su mejilla, comenzando a cerrar los ojos al sentirse sosegado.

El modelo no estaba mucho mejor.

En su habitación, Louis tocó su garganta intentando no hablar, le dolía el solo hecho de pasar saliva.

𝐌𝐄𝐑𝐀𝐊𝐈 ✦ 𝑳.𝑺Where stories live. Discover now