La voz de Mehmed sonaba seria como su rostro que estaba fruncido. Esto no pareció sacudir a Davut, porque abrió una sonrisa aún más grande y se inclinó.
- Me estaba presentando a la Sultana, príncipe. - respondió Davut con voz ligera y yo estuve de acuerdo con lo que hizo que Mehmed frunciera el ceño.
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- Entonces se conocieron ahora? - Preguntó con sospecha y enarqué una ceja.
- No me habías presentado a tu amigo antes, príncipe, así que por supuesto que nos conocimos ahora. - respondí riendo ya dándome cuenta de que se trataba.
Traté de no poner los ojos en blanco y me volví hacia los dos hombres que conocí recientemente, pero antes de que pudiera decir nada, Davut fue más rápido.
- La Sultana no está a la altura de lo que describen, solo puedo felicitarte por el afortunado que eres príncipe. - Comentó Davut en broma, pero sus ojos intensos evaluaron los míos y me hicieron sonrojar de nuevo.
Me sentí como un completo tonto, todo lo que dijo pareció calentar mis mejillas. De hecho, no tuve contacto con otros chicos que no fueran mis hermanos y pronto me impusieron Mehmed, no tenía muchos otros chicos para comparar o enamorarme. Yo era de Mehmed desde el momento en que me vio y lo acepté, solo tenía ojos para él, tal vez eso me hubiera hecho olvidar que había otros chicos que podían tener ojos ... para mí.
Aparté la mirada, avergonzada de solo pensar en algo así.
- Creo que deberíamos volver ahora Mihrimah.
Volví mi mirada hacia su rostro, viendo su mandíbula apretada y sus ojos entrecerrados que perforaron a Davut.
- Por supuesto príncipe. - Estuve de acuerdo e hice un gesto para que Nigar y Meleksima se ocuparan de Selim.
Asintieron rápidamente, así que me volví hacia Davut y Nasu e hice una breve reverencia.
- Fue un placer conocerlos, caballeros. Tengan una buena tarde. - Deseé con una pequeña sonrisa y rápidamente me desearon lo mismo.
Me volví hacia Mehmed y comenzó a caminar sin mirar atrás, los que se quedaron atrás se inclinaron cuando comencé a seguirlo. Pasamos el camino hacia sus habitaciones en silencio. Cuando llegamos, los ağas abrieron las puertas rápidamente y entramos.
Rápidamente se fue a la cama y se pasó las manos por el cabello frustrado. Seguí parada frente a la puerta, observando su reacción con una pequeña sonrisa. Frunció los labios y miró hacia adelante como si la pared tuviera todas las respuestas a sus preguntas.
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