Capítulo 35: Besando a extraños, otravez

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— Lo sentimos

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— Lo sentimos.

— Una cosa se les pidió, sólo una, ¿Y no pudieron cumplirla? —el señor Dave nos miraba con enojo, Harry tenía la cabeza gacha y yo retrocedía lentamente buscando la manera de escapar.

Resulta qué mientras íbamos en el coche pasó algo un poquito gracioso, en el semáforo el coche de Germán quedó justo al lado del de los señores Shepard y además de tener la ventana abierta yo les sonreí abiertamente cómo sí ellos no me hubiesen dicho hace 20 minutos que me quedase en casa.

Así que todos se detuvieron en la gasolinera para que uno de sus empleados nos lleve de vuelta a casa.

Pero no pensaba permitirlo

Luego de perderme de la mirada reclamante de Dave Shepard me encontré con la van negra que llevaba a Salvador y a Oliver dentro, estaban a punto de arrancar para retomar el rescate.

Vamos, no creo que Oliver me lance de un coche en movimiento ¿O sí?

— ¡¿Y dónde demonios se metió esa niña?! —rayos, ya habían descubierto que yo no estaba.

Abrí ambas puertas de la van casi en movimiento y me metí con rapidez ante las atónitas miradas de los hombres de Salvador, éste estaba conduciendo y Oliver iba junto a el en el asiento del copiloto sin darse cuenta de nada.

Cerré la puerta con fuerza causando que Dave no logre verme a tiempo y el coche echó a andar por la carretera, dejando atrás a mis amigos que muy seguro me matarían luego de ésto.

Bueno, ya estaba dentro.

— Jefe creo que se nos metió una rata.

— ¡Oye! —me quejé y eso llamó la atención de Oliver quién volteó la cabeza rapidamente con el ceño fruncido.

Oliver me observó cómo diciéndome con la mirada ya me lo esperaba y yo le entregué una sonrisa de no me mates porfis.

— Ésta niña tiene más huevos que todos nosotros juntos —se carcajeó Salvador mirándome por el espejo retrovisor— Sí que te importa ese tal Dante.

— Todos mis amigos me importan —alcé el mentón con orgullo y el hermano mayor de Dante se pasó del asiento copiloto a la parte de atrás, uno de los hombres de Salvador tomó su lugar.

Oliver se sentó junto a mí para mirarme con los ojos entrecerrados.

— Enserio que aveces Dante no se equivoca cuándo dice que eres odiosa.

Sonreí orgullosa de ello.

— Lo sé.

— Para colmo ni siquiera te has cambiado —me señala y cierro los ojos con fuerza. ¡Demonios! Sólo a mí se me ocurre venir a una misión peligrosa con el uniforme del colegio.

El día que besé a un Extraño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora