11: Fiesta

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El día de cumpleaños de Jimin caía en aquel año un día domingo. Yoongi, debido a las necesidades de su posición, creyo inevitable celebrarlo. Desde que se casó no había ofrecido ninguna recepción. La enfermedad de Jimin duró todo el invierno, y la convalecencia se prolongó bastante en la primavera.

La agitación moral de Jimin, que en diferentes ocasiones se había puesto de manifiesto, obligó a Yoongi demostrar públicamente el cariño a su esposo, dando una fiesta en su honor. Hacia días que las invitaciones estaban repartidas, pensó por un momento en suspenderlo, pero ya llegado el día, y contando con la energía de Jimin, no la suspendió, sabía que por orgullo, él era capaz de mostrar un rostro sonriente a los invitados. Y con el corazón oprimido se preparó igualmente para hacer alegremente los honores de la casa.

Jimin, encerrado desde la mañana con Seokjin en su habitación, se preparaba para la lucha. Quería agradar, y durante unas horas estuvo acostado a media luz, descansando para tener buen color. Se cuidaba con tal delicadeza, sin descuidar ninguno de los artificios del tocado y realzando con el traje su incomparable belleza.

Eligió un traje blanco de seda, con encajes y adornado con ramos de rosas naturales. Con la parte superior desprendida dejaba ver sus bellas clavículas y el nacimiento de su admirable pecho, cuya blancura realzaba el brillante tono de una guirnalda de rosas. Su magnífica cabellera rubia llevaba como adorno unas pequeñas y bellísimas rosas.

Tan hermoso estaba, que Yona y Taehyung no pudieron evitar palmotear llenos de admiración cuando lo vieron. Jimin se miró en el espejo, y temblando de gratitud y emoción bajó al salón a la hora convenida.

En el gran salón, con frac negro y corbata blanca, Yoongi hablaba con Namjoon, quien tenía levantadas las mangas y las manos completamente amarillas. Jin, al entrar con Jimin, dio un grito desesperado.

– Pero, ¿de dónde sales y a estas horas? ¿Qué manos son esas?

– Perdóname, cariño – dijo el barón, ruborizándose como un escolar sorprendido en falta – Me he retrasado un poco en el laboratorio y he derramado un frasco de yodo por descuido, con lo que me he teñido ligeramente los dedos.

– ¡Ligeramente! – exclamó Jin – esto es horroroso. No estás presentable, pareces un fotógrafo.

Nam se echó a reír – Esto se quita en seguida, te lo aseguro – contestó acercándose a su esposo.

– ¡No te acerques! – dijo él, retrocediendo con espanto – ¡Llevo un traje nuevo! ¡Anda enseguida a vestirte, tienes el tiempo justo!

Feliz de librarse tan fácilmente de la reprensión, desapareció el barón con toda rapidez.

Yoongi miró todo el tiempo a Jimin, quien en todo el esplendor de su belleza se le acercó. Estaba radiante y no conservaba en la cara el menor rastro de preocupación. Yoongi admiró sin decirlo la fortaleza de alma de su esposo. Pensó que era de verdad valeroso, y le agradeció que cumpliera tan brillantemente su deber.

Dirigiéndole una sonrisa que hizo palidecer de alegría al rubio, dio un paso hacía Jimin, llevando en la mano un estuche de cuero negro en el cual estaban grabadas las iniciales M. J.

– Tienes pocas joyas – dijo, inclinándose – Cuando nos casamos no supe procurarme de todo lo que deseaba para ti. Permíteme que repare ahora aquel descuido.

Y le ofreció el estuche. Jimin, perplejo, no se atrevía a tomarlo. Seokjin, lo agarró vivamente, lo abrió y saco un maravilloso collar de diamantes, dando gritos de alegría, viéndolo centellear bajo la luz

—¡Oh, Jimin! Mira, mira… es un regalo principesco.

El rostro del rubio se oscureció. Era, en efecto, un regalo principesco, y pensó en los cuarenta mil francos supuestos de su dote, que descansaban tranquilamente en un cajón de su hermoso mueble de ébano. Los unió a la enorme cantidad que habría costado el collar, y se sintió humillado hasta lo más profundo de su alma. ¡Qué lección de generosidad le daba Yoongi!

AMOR Y ORGULLO || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora